No
celebramos hoy solo la Constitución. Celebramos que tras una guerra atroz y una
larga dictadura, fuimos capaces de ponernos de acuerdo, mediante el diálogo y
el consenso, en unas “reglas del juego” que nos han dado el período más largo
de paz y prosperidad, quizá de toda nuestra historia.
Y a
aquella guerra y aquella dictadura nos llevó la incapacidad de ponerse de
acuerdo los políticos de entonces, en manos de radicales de ambos signos y de
los independentistas que, no representando a la inmensa mayoría, sumieron a la
II República, que era un estado de derecho, en un caos que acabó derivando en
guerra civil.
Aterra
ver que eso es lo que está pasando ahora. Una crispación que acabará
trasladándose a la calle como no nos andemos con ojo. No se busca el consenso,
sino acabar con el adversario. Tensar la situación hasta el límite con el único
objetivo de provocar una respuesta violenta por la otra parte que justifique una
teórica lucha por la libertad y el bienestar de la población; que la justifique
y la “bendiga”, permítaseme la expresión.
El
camino es otro bien diferente. Si la Constitución, fruto del consenso, no
responde a la realidad actual, cámbiese, pero también con consenso. Nunca será
buena una constitución como no obtenga el apoyo de una inmensa mayoría, no de
la mitad de la población, porque eso sería una forma encubierta de dictadura de
unos sobre otros. La maldición de las dos Españas, que tanto sufrimiento ha
provocado, que a tanta buena gente se ha llevado por delante.
Urge
el diálogo sereno, el esfuerzo por entender al otro, las ganas de ponerse de
acuerdo. Sobran posturas radicales, actitudes inmovilistas, declaraciones
desafiantes. Sobran prisas, y más ahora que hay otras necesidades más urgentes
que cubrir. La sociedad está sufriendo lo indecible, y no precisamente por el
modelo de estado.
Temo
que las prisas, los desplantes, los desafíos, no sean más que un intento premeditado
de que se rompa la baraja antes de las próximas elecciones, por lo que pudiera
pasar… Porque si no es así, ¿por qué no se centran ahora en la sanidad y la
economía que es lo que nos está haciendo más daño? ¿Por qué a la incertidumbre
y al miedo causados por la pandemia, le están añadiendo más miedo y más
incertidumbre creando una situación política turbia e inquietante?
Yo
creo que ya está bien. Lo que ahora queremos millones de personas en este país
es volver a vivir con esperanza, con ilusión por el mañana, sin miedo. ¡Sin
miedo! Creo que ya está bien.
Acabo
con unas palabras que son una denuncia a la situación que estamos viviendo, y
que hoy, día de la Constitución, adquieren un valor muy especial. Son del papa
Francisco en su última encíclica Fratelli Tutti.
La
falta de diálogo implica que ninguno, en los distintos sectores, está
preocupado por el bien común, sino por la adquisición de los beneficios que
otorga el poder, o en el mejor de los casos, por imponer su forma de pensar.
Así las conversaciones se convertirán en meras negociaciones para que cada uno
pueda rasguñar todo el poder y los mayores beneficios posibles, no en una
búsqueda conjunta que genere bien común. Los héroes del futuro serán los que
sepan romper esa lógica enfermiza y decidan sostener con respeto una palabra
cargada de verdad, más allá de las conveniencias personales. Dios quiera que
esos héroes se estén gestando silenciosamente en el corazón de nuestra
sociedad.
Dios
lo quiera.
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