FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

La carbonerilla quemada.

Cruz en el Santuario de la Virgen del Remedio. Chelva. Valencia.


En la siesta de julio, ascua violenta y ciega,
prendió el horno las ropas de la niña. La arena
quemaba cual con fiebre; dolían las cigarras;
el cielo era igual que de plata calcinada.
...Con la tarde, volvió - ¡anda potro! - la madre.
El pinar se reía. El cielo era de esmalte
violeta. La brisa renovaba la vida...
La niña, rosa y negra, moría en carne viva.
Todo le lastimaba. El roce de los besos,
el roce de los ojos, el aire alegre y bello:
-"Mare, me jeché arena zobre la quemaúra.
Te yamé, te yamé dejde er camino...! Nunca
ejtubo ejto tan zolo! Laj yama me comían,
mare, y yo te yamaba, y tú nunca benía!"
Por el camino -¡largo!-, sobre el potrillo rojo,
murió la niña. Abiertos, espantados, sus ojos
eran como raíces secas de las estrellas.
           La brisa jugueteaba, ensombrecida y fresca.
Corría el agua por el lado del camino.
Ondulaba la yerba. Trotaban los pollinos,
oyendo ya los gritos de los niños del pueblo...
Dios estaba bañándose en su azul de luceros.

                                                                                            Juan Ramón Jiménez


¿Qué os ha parecido? Increíble la capacidad descriptiva, la claridad de expresión, la emotividad contenida, la rotunda belleza del texto... Pero ¿sólo eso?  Leed el último verso, leedlo otra vez... pensadlo.
¿No veis qué tremenda ironía hay en el verbo bañarse?, ¿no sentís cómo se eleva rabiosa, en radical impotencia, la palabra azul? Es brutal el contraste entre el plácido atardecer, la brisa fresca, el agua, la hierba ondulante, y la niña quemada viva, cuyos ojos espantados parecían “raíces secas de las estrellas”.
Y mientras, Dios estaba bañándose en su azul de luceros…
En este poema, Juan Ramón Jiménez se rebela ante el silencio de Dios, ante la pasividad de Dios que deja morir a “la niña, rosa y negra”, “en carne viva”...
¿Quién no ha sentido esto, que aquí siente el poeta, alguna vez? ¿Quién no se ha preguntado por qué Dios tantas veces calla? 
Es cierto que no entendemos, y nos rebelamos ante el dolor incomprensible del accidente, la enfermedad, la catástrofe natural. ¿Dios sigue bañándose en su azul de luceros…?
Pero ese otro dolor que provocamos nosotros…El que lleva a una niña a trabajar de carbonera en vez de estar en la escuela. Ese dolor sí está en nuestras manos.
Y ante ese dolor no vale decir, el mundo es así. Digamos, nosotros lo hemos hecho así y, cara a un espejo, yo lo he hecho así, yo lo sigo haciendo así cada vez que pongo mi propio y exclusivo bienestar como el principio único y absoluto que mueve mi vida. Y en esto si que no  podemos decir que Dios calla. Él habla, alto y claro. Somos nosotros los que no escuchamos. Es mucho más cómodo hablar del silencio de Dios, que de todos los esfuerzos que hemos hecho, y seguimos haciendo, para reducir Su Palabra a graznidos irritantes, o a murmullos soporíferos envueltos en vaporosos fastos y oropeles.
No dirijamos toda la rabia que estalla en el poema contra Dios. Dirijámosla contra la mentira, contra la manipulación, contra la injusticia, contra el mal…Eso es obra sólo nuestra. Del otro dolor, del que está más allá de nuestra inmensa capacidad de hacer daño, no digo nada. Es para mí un misterio, ante el que me pregunto cada vez que me hiere, con las bellísimas palabras de Juan Ramón Jiménez ¿estará Dios bañándose en su azul de luceros…?

1 comentario:

  1. Hola de nuevo Jesús , parece que ya he conseguido publicar comentarios en tus entradas, gracias a tus precisisimas instrucciones. Pasando al tema que nos ocupa en la entrada y en lo que a nosotros respecta, creo que se podría reducir a CULTURA Y AMOR y esto cada vez está menos de moda..... Los desequilibrios a nivel internacional están aumentando y cada vez hay más carboneras en el mundo. Saludos

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