FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Democracia y fascismo



Todos sabemos que vivimos en una democracia constitucional, y que eso es lo mejor, y que cualquier atentado contra ella, la democracia, es poco menos que un sacrilegio, y que hay de aquel que dice no ser demócrata, y que hemos de seguir avanzando en esa dirección y que hasta las gallinas o los patos, si fuesen inteligentes, deberían votar democráticamente cuántos huevos deben poner esa semana, para evitar que el granjero, acabe explotándolos antidemocráticamente.

También sabemos que en la democracia sale el sol para todos, incluso para los que no respetan esa misma democracia, y que la democracia sólo puede responder democráticamente a cualquier ataque antidemocrático porque, si no, se niega a si misma y, claro, eso no puede ser. Sabemos, aunque nos cueste encajarlo, que debe ser tratado democráticamente, quien antidemocráticamente se quita de encima de un tiro, o un real decreto, a quien no es de su comandilla, y sabemos también que, en democracia, deben respetarse los derechos humanos de quien no respeta derechos, ni humanos, ni divinos ni perrunos.

Si, así es la democracia. Y está bien que lo sea.

Y es que, la tan idolatrada, encumbrada, admirada, cacareada democracia, siendo la mejor de las formas conocidas de gobierno, repito, la mejor, no es perfecta, y me atrevo a decir que es hasta peligrosa, si no se dan unas condiciones sociales mínimas; engañosa, si no se cumplen unos requisitos previos. Y lo grave es que no hay otra alternativa.

Y ¿por qué estoy teniendo estos “peligrosos” pensamientos? Pues muy sencillo. Porque miro, veo, y observo a mi alrededor, y después de contemplar atónito determinados comportamientos y actitudes de mis conciudadanos, me viene a la cabeza esta pregunta políticamente muy incorrecta:
                       
¿Y este (individuo) tiene derecho a voto?¿cómo es posible?

Pues sí, lo tiene. Y debe tenerlo. Pasó la época del sufragio restringido, está muy lejos la Grecia Clásica, con su peculiar democracia. Ahora votamos todos, los mayores de edad, claro.

Y por este mismo derecho tan arduamente conseguido y al que no podemos ni debemos renunciar, es fundamental que la mayoría de los que votan tengan una capacidad crítica y una autonomía intelectual que garantice un voto responsable y de verdad libre. Y será prioridad absoluta de cualquier gobierno, trabajar para que el nivel cultural y educativo de sus ciudadanos, les permita emitir el voto de este modo, aunque luego no les voten.

Y esto se ha de iniciar en la familia y en la escuela. Por eso una familia madura, acogedora y coherente y un buen sistema educativo, (no el que tenemos) serán garantía de un sistema democrático recio, que permita el adecuado bienestar social, protegiendo a los ciudadanos de espabilados, cantamañanas y violentos.

A menudo, anteponemos democracia a fascismo. Yo no creo que en la práctica se excluyan mutuamente. En la medida en que una sociedad no esté a la altura, no cumpla unos requisitos mínimos, la democracia se irá trasformando en la forma más temible de fascismo: el que va vestido de demócrata de toda la vida. Y el voto de la mayoría, cuando surge de la incultura, los prejuicios, la memez, lo puramente emocional, se convierte en vara de tirano, que golpea hasta hacer sangrar las mismas raíces de la democracia, poniéndola en entredicho, haciendo añorar a muchos ciudadanos de a pie tiempos pasados, que ya están bien donde están: en la historia.

En fin, que para asegurarnos la viabilidad de nuestra democracia, para saber que en el futuro viviremos con dignidad en ella, seamos mayoría o minoría, va a ser imprescindible tener un nivel cultural progresivamente más elevado, una cada vez mayor capacidad de crítica, una voluntad de dialogo, un sentido del deber y una honestidad  que sólo pueden surgir como fruto de un proceso educativo integral, en el que familia, escuela y sociedad, con plena conciencia de su responsabilidad, colaboren en la formación de todos y cada uno de esos ciudadanos pequeñitos que acunarán nuestra vejez.

Y esto habrá que hacerlo desde el pueblo. No lo facilitará, ni mucho menos lo hará la clase política.

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