FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

jueves, 5 de marzo de 2015

Cuento. El príncipe que quería reinar... y no le tocaba. Segunda parte.


Dos meses después del encuentro entre el príncipe Chichimulo y la bruja Gengiswalda, la reina Bartulia dio a luz una hermosa niña, a la que llamaron Clorinda. Tenía las uñas “esklafás”. Sólo Chichimulo vio sus verdaderas uñas, y eran uñas tubito. Ella era la legítima heredera, pero nunca reinaría, pensó satisfecho. El rey seré yo.
La infanta Clorinda creció en Palacio convirtiéndose en una niña bellísima y muy bondadosa. La quería mucha gente, empezando por sus padres.
Chichimulo, preocupado, encerraba en su alcoba a su hermana todas las noches de luna llena, con cualquier pretexto, para evitar que nadie de los muchos que la querían la mirara a los ojos en el momento de salir la reina de la noche por el horizonte. Chichimulo se iba haciendo huraño, serio y distante.
El día que Clorinda cumplió doce años, se le apareció la bruja Gengiswalda, en forma de bella y elegante dama y le dijo, es peligroso que  Clorinda anda por ahí suelta. Podría romperse el hechizo. Tienes que deshacerte de ella y de tus padres. Vas a ser rey, ¡ya!
Chichimulo, horrorizado intentó negarse. Él quería a sus padres y en el fondo a su hermana. Pero no tenía voluntad. En él mandaba la bruja y no tuvo opción.
Acusó a sus padres delante de todos los nobles del reino de traición, con mentiras y falacias, y los desterró a la isla Makalula, una isla deshabitada, perdida, olvidada, que no estaba en mapa alguno.
Nada más desembarcar, ¡oh sorpresa!, sus padres se convirtieron en dos enormes lagartos. Y allí quedó Clorinda acompañada tan sólo por dos lagartos, triste, tristísima, abandonada a su suerte.
Había agua, comida abundante, pero no podía hablar con nadie. Pasaron días y semanas, y Clorinda se construyó una choza, donde refugiarse por las noches con sus padres, cuyos cuerpos verdes no podían proporcionarle ni tan siquiera calor.
Una mañana fría y nublada Clorinda sintió que le despertaba algo húmedo y caliente. Abrió los ojos asustada y vio un perrito que la olía con el hocico y le lamía la carita. Se abrazó a él. ¡Un perrito!
El perrito ladraba y ladraba, y moviendo el rabo salió corriendo a través del bosque con intención de que le siguieran. Le siguieron durante varias horas, y al fin, llegaron a un claro del bosque donde había una bonita cabaña y de ella salió un chavalín de unos doce o trece años llamando al perrito. Lobete, lobete, gritaba.
Cuando se vieron se quedaron parados. Poco a poco se acercaron y ella fue la primera en hablar. Soy Clorinda, y estos lagartos son mis papás, no les tengas miedo, dijo. Yo me llamo Clotonio y vivo aquí solo en esta isla, con mis ancianos padres, respondió él.
¡Qué maravilla! No estaba ya sola. Ni él tampoco.
Pasaron los días, pasaron las estaciones y los años y los dos chiquillos crecieron sanos, fuertes y felices. Los padres de Clorinda se hicieron amigos de Lobete, y los de Clotonio siguieron envejeciendo en paz y tranquilidad. La isla se había convertido casi en un paraíso.
Mientras, en Nibelungia Karchofera, reinaba Chichimulo, pero era la bruja quien reinaba en realidad. La oscuridad, la tristeza y la muerte se extendieron por todo el reino. Y Chichimulo sólo podía rabiar de arrepentimiento. Pero no había nada que hacer…Tomaba terribles decisiones, muy a su pesar. Había vendido su voluntad. Sólo la malvada y pérfida bruja era feliz.

                                           FIN DE LA SEGUNDA PARTE

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