FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 16 de marzo de 2015

Cuento. El príncipe que quería reinar... y no le tocaba. Tercera parte.

Palacio real de Nibelungia Karchofera.
Una luminosa tarde de primavera, los dos amigos paseaban por la playa después de un día de trabajo recogiendo frutos en el bosque. El agua les bañaba los pies y una suave brisa agitaba levemente los hermosos cabellos de Clorinda. El sol se ponía tiñendo el cielo de grana y oro sobre el bosque, y el horizonte lejano hacia oriente, se tornaba violeta y malva.
Se sentaron en la arena en silencio. Clotonio tomó a Clorinda de la mano y mirándola a los ojos le dijo, “¿sabes que hace mucho tiempo que te quiero?” Y en aquel momento, asomó la luna llena por el horizonte. Ella se le acercó y le besó.
Y entonces los padres de Clorinda recobraron su forma humana, y Clorinda vio sus manos como nunca las había visto. Vio sus uñas tubito y supo que era la legítima heredera. Y entendió toda su vida. Corrió al encuentro de quienes ya no eran lagartos y se fundió con ellos en un emocionado abrazo. Y juntos lloraron de alegría y también de tristeza, por la traición de Chichimulo, su hijo y hermano.
Mientras, en Nibelungia Karchofera algo había sucedido. Chichimulo se sintió súbitamente libre, y la bruja Gengiswalda entendió que algo había roto sus maléficos planes, y sabía que era el amor.
Entonces el príncipe se dispuso a reparar todo el mal que había hecho. Mandó inmediatamente encerrar a la bruja en una suntuosa estancia del castillo y allí la colmó de atenciones y cariño. Buenas gentes, amables niños, gatitos dulces y fieles perritos, la acogieron, escucharon su triste vida y fueron disolviendo su maldad y su perfidia.
Luego, él mismo, capitaneó el buque que le llevó a la isla Makalula. Cuarenta cañonazos advirtieron a sus habitantes de su llegada. Y cuando Chichimulo, desde la proa del navío, vio a sus padres y a su hermana en la orilla, gritó a los nobles que le acompañaban, “ahí tenéis a la verdadera reina de Nibelungia Karchofera”, y subiendo a un bote llegó a la playa acompañado de un nutrido grupo de nobles que le seguían en otros botes.
Cayó de rodillas ante sus padres llorando de arrepentimiento y pidiéndoles perdón. Su padre lo levantó y le abrazó. Su madre le acarició los cabellos, como a él le gustaba cuando era niño. Entonces pidió el cetro y la corona a un sirviente y se la devolvió a sus padres que, volviéndose hacia su hija, le dijeron, “Majestad, vuestra corona y vuestro cetro”. Y todos los presentes gritaron, “¡larga vida a la reina Clorinda!¡viva la reina Clorinda!”.
Y la reina tomó a su hermano de la mano, lo levantó del suelo y le dijo, “hemos de reconstruir el reino, tenemos mucho trabajo” y le abrazó. Luego se volvió hacia Clotonio que aguardaba asombrado junto a sus ancianísimos padres, y acercándosele le besó largamente. Después, volviéndose a todos dijo, aquí tenéis a vuestro futuro rey, Clotonio I.
Largos y sonados fueron los festejos de las bodas de Clorinda y Clotonio, y no menos los fastos de la coronación de ambos como reyes de Nibelungia Karchofera.
La felicidad volvió al reino por largos años. La bruja, vencida por el amor, se convirtió en fiel consejera e íntima amiga de la reina Clorinda. Y Chichimulo, como príncipe del feliz reino, trabajó incasable por la felicidad de todos sus súbditos.
Y los padres de Clorinda y Clotonio se retiraron a una hermosa cabaña en las montañas llamadas de La luz, al norte del reino, donde vivieron una muy feliz y larguísima ancianidad.
Y todos fueron felices, y comieron perdices, codornices y altramuces. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

¡Qué bonito! ¿verdad? Es que es un cuento.

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