¿No quieren agua? Pues toda para ellos.

Esta foto no es mía, pero es significativa, ¿no?

“¿No quieren agua? Pues toda para ellos”. Es el triste pero comprensible comentario que se escucha estos días por Valencia. Y es que las cosas mal hechas tienen consecuencias.

            Yo no soy técnico en estas cuestiones pero creo que, desde el sentido común, y sin afecciones políticas de ningún tipo, las cosas se ven bastante claras. Igual me equivoco, pero voy a exponer mi planteamiento.

            España tiene un relieve que determina una gran diferencia entre un norte húmedo o muy húmedo y un este y sureste seco o muy seco, y cada día más. Una cuenca como la del Ebro, que drena toda la vertiente sur pirenaica y que además en su parte alta recibe gran cantidad de precipitaciones, registra avenidas periódicas que producen numerosos problemas. En cambio, las cuencas de los ríos mediterráneos de Valencia y Murcia sobre todo, están siempre o casi siempre en niveles bajos o muy bajos. Y esto, con el cambio climático, va a ir a más. A la vista está.

            Desde mi punto de vista, lo lógico sería pactar un plan a nivel nacional, estatal por si alguien se siente ofendido, que entre otras medidas incluya un sistema de trasvases que evite inundaciones donde sobra agua, cuando sobra y hace daño, y palie la sequía donde no llueve ni a tiros. Eso sí, respetando escrupulosamente los caudales ecológicos y dando prioridad al abastecimiento de las cuencas naturales.

            Un plan así, aparte de crear cohesión social, y un desarrollo económico de todo el conjunto de ciudadanos sostenible y equilibrado, también ahorraría ingentes cantidades de dinero. Ahora, por ejemplo, habrá que pagar los desperfectos de la inundación y los desperfectos, no menos graves por menos visibles, de la sequía que, en silencio, está arrasando nuestro entorno.

            ¿Qué tiene esto de malo? No logro entender qué tiene esto de malo. De verdad. El caso es que el "inefable Zapi” no tardó ni un día en cargarse aquel Plan Hidrológico Nacional. No lo revisó, no lo mejoró, no lo reestructuró, no. Lo cortó de raíz. Y punto. Y ya está.

            Recuerdo con mucha indignación aquellos días. Primero por la manipulación salvaje de la población con argumentos supuestamente ecológicos, muy discutibles. Luego por ver, perplejo, cómo una sociedad que se tildaba a sí misma de solidaria, exhibía impúdicamente y elevaba a la categoría de criterio válido de actuación política la más salvaje insolidaridad. Y finalmente, por ver la razón última de esta actuación: la rentabilidad en las urnas de cara a unas elecciones.

            Y hoy, y casi todos los años, el gran río se desborda. Y aquí nos estamos secando, literalmente secando. El calor, los vientos secos y persistentes, la ausencia de precipitaciones nos llevan inexorablemente al desierto.

            Pero bueno, es lo que hay. Triste frase esta. Tristísima. Cuando ayer pasaba sobre el Ebro totalmente salido de madre, volviendo de un Pirineo majestuoso, atestado de nieve, resonaba en mi cabeza la frase “¿No quieren agua? Pues toda para ellos”.

            Y sentí una enorme pena por este país.