El dos de mayo debería ser un día importante en
España. No sólo en Madrid. Hoy hace doscientos siete años empezó allí una
guerra que acabó con la victoria frente al, por entonces, dueño de Europa,
Napoleón Bonaparte. Pero no sólo eso, también se trabajó a la vez en Cádiz, por
una Constitución.
Aquella España de principios del siglo XIX tuvo el
coraje de ganar una guerra y a la vez la clarividencia de elaborar una
constitución avanzadísima para la época. Sin rey y con el ejército maniatado,
al menos al principio.
Siempre he pensado que aquello fue muy grande, muy
importante, muy hermoso. Pero el tiempo lo ha reducido a una explosión
patriótica trasnochada y un punto carnavalesca. Y se ha olvidado. ¡Que triste!¡Aquella
gente merece algo más, mucho más!
Que todo acabara mal, que el malhadado Fernando VII,
reventara la gran oportunidad de ponernos a la cabeza de la historia, no quita
ni un ápice de la grandeza de aquella gesta.
Y aún hoy seguimos pagando el precio altísimo de aquel
error monstruoso. Y el hecho de celebrar sólo en Madrid el dos de mayo, es parte de ese
precio.
¡Cuántas asignaturas pendientes tenemos con nuestra
historia!
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