FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Comida en Casas del Río.

El río Cabriel a su paso por Casas del Río, cerca de la noria del siglo XVIII que sigue funcionando.

Andaba yo un día de estos por esta tierra nuestra, cuando llegué a la hora de comer a Casas del Río, aldea de Requena situada a orillas del Cabriel, situada en un entorno precioso.
Entré en el bar, donde se come bien y a buen precio, aunque con un considerable barullo, al menos en aquel momento. Sería alrededor de la una y media.
El local, pequeño, sencillo y agradable, estaba atestado. En una mesa, cuatro señores, ya entrados en años, jugaban al dominó aporreando la mesa con las fichas como debe ser, con ruidosa contundencia. En otra, contigua, otros cuatro parroquianos, estos de mediana edad, jugaban al truc o algo parecido, pues a juicio de un observador aquello ni era truc ni era nada. Otros dos o tres observadores miraban a los del dominó y a los de las cartas alternativamente, comentando lo que en cada momento consideraban oportuno. Todo esto a voz en grito, claro.
En una mesa situada junto a la ventana, tres niños de unos diez o doce años, posiblemente hijos de los allí reunidos, permanecían en riguroso silencio atentos a sus móviles. Y en un rinconcito, bajo la escalera que sube al piso superior, una forestala (se dirá así en gilicastellano ¿no?), comía ensimismada.
Yo en otra mesa, ya no había ninguna más libre, comía un plato de lomo chuletero con pisto casero bien bueno, acompañado de una cerveza de barril, como a mí me gusta. Y disfrutaba del momento y de la comida.
Y por encima de todos, la tele emitía un programa sobre la situación política actual en el que aparecían, uno tras otro, los protagonistas del asunto, dando sus fundadas opiniones y emitiendo sus certeros análisis. Nadie les hacía puñetero caso.
Me llamó la atención el contraste. Me gustó. Y cuando se hizo la hora de comer, y la gente fue yéndose, yo ya estaba con el carajillito, descubrí que la tele estaba puesta a todo volumen, pero claro, el vocerío del personal la hacía inaudible del todo.
Y pensé, ¡qué bonita lección! La voz del pueblo soberano por encima de la palabra vacía, del discurso manipulador, de la caja tonta, del sucio juego político.
Quizá quienes quieran dedicarse a gestionar lo público, antes de liarse a salvarnos de sus enemigos, que no de los nuestros, deberían comer en baretes así, que los hay por toda España. Y ver, con sus propios ojos, lo que de verdad le importa a la gente. Pero de incógnito claro, y calladitos.
En fin, seguí mi camino satisfecho y divertido, pensando que, en cuando pudiera, compartiría la bonita experiencia y el pensamiento que a causa de ella me vino a la mente.

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