FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Tres mitras y una corona de espinas.


Esta mañana, no sé qué canal, estaba retransmitiendo en directo la misa del Papa, en Roma, el día de la clausura del año jubilar, más conocido como Año de la Misericordia, y justo cuando sintonizaba ese canal, el Papa hablaba de que la corona de Jesús (hoy es la festividad de Cristo Rey) era de espinas…
Eso ya lo he oído muchas veces, pero si esas palabras, viejas conocidas, las combinamos con la imagen que, no sé si por casualidad o con intención, nos mostraba la tele en ese momento, el impacto ha sido demoledor.
Mientras el papa Francisco hablaba de la corona de espinas de Jesús, la imagen era un primer plano de tres mitras, rojas, esplendorosas, sobre tres testas no sé si cardenalicias o arzobispales.
¿Casualidad? ¿Intencionalidad? No lo sé, y realmente no me importa, porque el efecto real de esto en la gente es el escándalo. Y eso sí me importa. Me importa, me duele, me preocupa la profunda e hiriente incoherencia que se desprende de situaciones como éstas. Situaciones que hacen que el mensaje parezca profundamente incoherente.
Incoherencia derivada del contraste entre las palabras de Jesús “mi reino no es de este mundo” y el histórico empeño de la Iglesia de reinar en este mundo. Contraste demasiado evidente, demasiado lacerante, contraste muy difícil de justificar, si es que es justificable.
Y un mensaje incoherente no es un mensaje de fiar. El Papa lo sabe, y le duele, lo ha dicho mil veces. Mucha gente en la Iglesia, lo sabe y les duele; lo dicen. Pero hay que ir más allá de darnos cuenta, de que nos duela y de decirlo, hay que actuar.
Y la acción empieza por tratar de ser coherentes nosotros mismos, no cayendo en la tentación de denunciar incoherencias ajenas, las de la Iglesia incluidas, y no ver las nuestras.
El papa Francisco, que estoy convencido de que no sólo lo piensa y lo dice, sino que también actúa, lo ha dicho bien claro en otro momento de la homilía. “Este tiempo de misericordia nos llama a mirar al verdadero rostro de nuestro Rey, el que resplandece en la Pascua, y a redescubrir el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es acogedora, libre, fiel, pobre en los medios y rica en el amor…” Pobre en los medios y rica en amor. Creo que más claro no se puede decir.
Iglesia acogedora, libre, fiel, pobre en medios y rica en amor. Cristianos acogedores, libres, fieles, pobres en medios y ricos en amor. Y así, juntos, plantarle cara al pecado, entendido como todo aquello que nos degrada como hijos de Dios, que nos envuelve en el miedo y nos lleva a la muerte. Lo ha dicho también el Papa, el pecado, el miedo y la muerte, los enemigos a batir.
Sí, el mensaje está claro. Y es muy hermoso. Millones de personas a lo largo de la historia, y en nuestros días, lo han acogido en su vida, pero también hay muchos millones que andan a ciegas, que buscan un sentido, una razón de ser a su existencia. Y a toda esa gente, también hijos de Dios, imágenes como la de esta mañana les confunden, les alejan, como les confundimos y les alejamos los que nos llamamos cristianos cuando no actuamos, aunque sea un poquito, como tales.
Sí, me ha dolido ver la cabeza de Jesús, coronada de espinas junto a las tres mitras resplandecientes. Me ha dolido por la Iglesia, que es mucho más y mejor que de lo que de esa imagen puede desprenderse. Y me ha dolido por mí mismo, porque me recuerda también mis incoherencias y el daño que ellas hayan podido y puedan ocasionar.

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