FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

domingo, 25 de diciembre de 2016

Comparto esta mañana de Navidad...


Quiero compartir esta mañana del 25 de diciembre, el texto del pregón de Navidad que escuchamos anoche, en la Misa del Gallo. Me gusta, me gusta mucho por muchos motivos, pero sobre todo porque proclama solemnemente algo que me parece muy importante: la irrupción definitiva de Dios en la historia del hombre.
Empieza por el origen del universo, la tierra como materia incandescente rotando sobre su eje, sigue con la aparición de la vida en ella, y tras larga evolución, con el alumbramiento del hombre, el ser capaz de recibir el Espíritu de Dios.
Continúa con  Abraham, Moisés, David, con el edicto de Ciro, y después nos sitúa la primera Nochebuena en la 194 olimpiada griega, en el año 752 de la fundación de Roma y en el 42 del reinado de Octavio César Augusto.
En ese preciso momento de la historia, en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada, nace el Hijo de Dios, Jesús, Cristo. En absoluta humildad, en silencio. Estando el universo en paz, dice el pregón.
Os invito a que, si ya lo conocéis lo releáis sin prisa, y si no lo conocíais lo conozcáis. Y si no sois creyentes, también os invito a leerlo, aunque sea para conocer, aunque no lo compartáis, el sentido que la Navidad da al universo, a la historia, a la existencia de cada uno de nosotros.

Millones de años después de la creación, cuando la tierra era materia incandescente, rotando sobre su eje.
Millones de años después de brotar la vida sobre la faz de la tierra.
Miles y miles de años después de que aparecieran los primeros humanos, capaces de recibir el Espíritu de Dios.
Unos mil novecientos años después de que Abraham, obediente a la llamada de Dios, partiera de su patria sin saber a dónde iba.
Unos mil doscientos años después de que Moisés condujera por el desierto hacia la tierra prometida al pueblo hebreo, esclavo de Egipto.
Unos mil años después de que David fuera ungido rey de Israel por el profeta Samuel.
Unos quinientos años después de que los judíos, cautivos en Babilonia, retornaran a la patria por decreto de Ciro, rey de los persas.
En la ciento noventa y cuatro Olimpiada de los griegos.
El año setecientos cincuenta y dos de la fundación de Roma.
El año cuarenta y dos del reinado del emperador Octavio César Augusto.
Estando el universo en paz, el Hijo de Dios Padre, habiendo decidido salvar al mundo con su venida, concebido por obra del Espíritu Santo, transcurridos los nueve meses de su gestación en el seno materno, en Belén de Judá, hecho hombre, nació de la Virgen María, Jesús, Cristo.
La solemnidad de esta noche nos recuerda aquella otra, la más importante del año: la Vigilia Pascual. El nacimiento de Cristo presagia su Pasión y su Resurrección gloriosa: el pesebre y la noche de Belén evocan la cruz y las tinieblas del Calvario; los ángeles que anuncian al recién nacido a los pastores nos recuerdan a los ángeles que anunciaron al Resucitado a los discípulos.
Es, pues, la Pascua del Señor Jesús -nuestra pascua, feliz Pascua- lo que en verdad celebramos en la conmemoración de la Navidad.

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