¡Feliz Navidad, Diego!

Era el 18 de marzo de este año, en Linza. ¡Qué navideño!

¿Qué pensabas que no te iba a dedicar ninguna entrada tal día como hoy? Pues si pensabas eso, te has equivocado. Hoy, día de Navidad, nos hemos acordado de ti, nos acordamos de ti. Y como ya te dijimos, te echamos de menos.

Nos parece que vas a entrar por la puerta en cualquier momento y que sonriendo, como hacías, nos vas a dar un abrazote de esos que tú das. Y que tomaremos el aperitivo en la cocina, y que te vas a sentar después a la mesa, y que vamos a cenar juntos una vez más. Buena comida y buen vino envueltos siempre en agradable conversación.

Pero no va a ser. Estás lejos. Estás en tu tierra y con los tuyos, y eso nos alegra porque sabemos que a ti te alegra, pero no olvides que ésta también es tu tierra y nosotros también somos los tuyos, los tuyos del otro lado del mar. Y te lo decimos en serio.

Cierto que estamos lejos, pero nos une algo más que la amistad, que ya es, nos une la fe. Y tú sabes, y nosotros sabemos, que hemos estado especialmente juntos cuando has celebrado la Misa del Gallo, allá en Ambato, y nosotros hemos participado en la que han celebrado aquí, en Ribarroja, Ricardo, el nuevo párroco, Juan y Laureano. En ese momento hemos estado especialmente juntos, alegrándonos, al recordar la noche en que Dios salió a nuestro encuentro y entró en la historia para enseñarnos el camino que nos llevará a Él, para darle así sentido al universo entero.

En esta noche fría del día de Navidad, te deseamos que te vaya todo muy bien, que sigas gozando de tu sacerdocio, que tengas siempre muy claro que hay un Dios que te quiere, que no pierdas la esperanza en esa nueva creación por la que luchas día a día, que te sientas siempre amado y no pierdas nunca tu capacidad de amar.

¡Felices fiestas, a ti y a toda tu gente, amigo Diego!

Isabel, Jesús, y muchos más amigos que bien pueden hacer suyas estas palabras.