Las
vacaciones blogueras de este verano implicaban, entre otras cosas, una
desconexión prácticamente total de los medios de comunicación. Y lo he
conseguido. Solo el asunto de las elecciones, de las que no quise saber nada,
aparte de votar por correo, alteró mínimamente mi paz estival. Y digo
mínimamente porque tuve que hacer algún esfuerzo por no enterarme de nada y
evitar alusiones o comentarios al respecto vinieran de donde vinieran.
Estos
primeros días de septiembre, tímidamente y en pequeñas dosis, voy enterándome
de la situación política en la que estamos, ajena creo yo a la situación social
real y a las necesidades y deseos de la mayoría de los ciudadanos.
Y
reconozco que me cuesta volver a pensar y a escribir sobre estas cuestiones. Parece
que estemos en una novela de Valle Inclán o del realismo mágico de allende los
mares. Un esperpento absolutamente absurdo, sin razonamiento lógico posible y
con un futuro inconcebible, es la situación política que nos dejaron las
elecciones.
Y en
este maremagnum nadan a sus anchas ciertos esperpénticos políticos que rigen,
contra la voluntad de la mayoría, los destinos de nuestro país. Porque creo que
la mayoría lo tiene claro. Esto no tiene sentido. Que todo dependa ahora de un
prófugo de la justicia, que desafió al estado y que tiene claro que lo volverá
a desafiar si no se cumplen sus condiciones, tiene narices.
Acabará
gobernando el país otra vez el señor Sánchez, que no el PSOE, apoyándose en
minorías que desean romperlo, en admiradores de asesinos y en radicales con una
manifiesta distorsión de la realidad. Gentes estas que aún tienen el cinismo de
decir a otros con quién pueden o no pueden pactar. Como si sus pactos tuvieran alguna
coherencia.
¿Por
qué no se ponen de acuerdo los que nos representan a la mayoría en los temas
cruciales dejando así fuera de juego los chantajes de ciertas minorías? La
unidad del estado, por el bien de todos, incluso de los que se quieren ir; la
educación; la sanidad; la justicia y el medio ambiente.
¿Por
qué? Porque creo que esta es la única salida, la del progreso, la del verdadero
progreso. Lo demás es jugar con el estado de derecho que gracias al esfuerzo y
la honestidad de muchos recibió el sr. Sánchez, y que es frágil, más frágil de
lo que pensamos. Y se puede romper.
¿Sabe
usted sr. Sánchez? Se puede romper. De verdad, me gustaría entenderle, aunque
fuera un poco. Entenderle a usted y a los que siguen apoyándole. Pero por mucho
que me esfuerce no logro entender a dónde va, a dónde nos lleva.
Y me
da miedo. Usted me da mucho miedo.
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