El día
27 de noviembre del año pasado cayó nuestro amigo José Luis gravemente enfermo.
Casi dos meses en coma, entre la vida y la muerte; lenta recuperación en la UCI
y después ya en planta, en Liria; más semanas y semanas en el hospital Doctor
Moliner, en Portaceli.
Hoy ha
salido del hospital por primera vez desde aquel primer domingo de adviento en
el que tras celebrar la eucaristía se sintió indispuesto. Comer con su familia
en un restaurante, todo un lujo para quien está viviendo tan largo calvario.
Luego, antes de las ocho de la tarde, ha vuelto al hospital.
Comparto
a continuación un poema que escribió y publicó el 18 de julio, cuando su estado
ya le permitía volver a su blog. Es un poema que habla, sobre todo, de
esperanza.
Y eso
es lo que deseamos que le haya dado esta primera y fugaz visita al mundo
exterior, en la que según me ha dicho ha sido feliz, la esperanza de regresar
pronto a su vida y gozar largos años de una merecida jubilación.
Estoy
viviendo en la casa de la esperanza,
me lo
dice el sol que entra
todas
las mañanas por mi ventana,
y
saltando una alfombra de pinos,
lame
los pies de mi lecho,
me lo
dicen las caricias de estas blancas sábanas
que
irradian blancura,
y la
manos amorosas de las enfermeras
que me
cuidan.
Todo
alienta para ir adelante.
Bullen la sangre y la vida a mi alrededor,
poco a
poco, paso a paso, despacio.
Y a
pesar de tantos augurios,
me
abruma el silencio del día siguiente.
El
músculo se duerme, el ánimo se enfría
y se
tiñe con los colores de la culpa.
A la
intemperie, sin el cobijo de la esperanza,
mi
carne se agarra a la incierta tierra
como
un náufrago olvidado en una isla.
Pero
iré siempre adelante,
porque
vivo en la casa de la esperanza,
incluso
bajo este proceloso mar
que ha
olvidado su horizonte.
Amigo:
¡súbete al tren de la esperanza!
“¡Protégeme,
Dios mío, que me refugio en ti!”
Hospital. Dr. Moliner, 18 de julio de 2023.
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