Tristeza, preocupación, desamparo, miedo,
son sentimientos que se agolpan hoy ante la noticia de lo ocurrido en Barcelona
esta mañana. Un chaval de trece años intenta acabar con la vida de una profesora, su
hija y otro compañero y mata a un profesor que acude al oír los gritos, y que
llevaba unos pocos días en el instituto cubriendo una baja por enfermedad.
Hay quien dirá que es un terrible
incidente, sí, aunque no significativo estadísticamente. Un caso entre miles y
miles. Después de todo, aquí no pasa nada. Sólo el circo mediático que se
montará y que pasará, como siempre. Al principio las águilas de la información,
luego los buitres, hurgando en la carroña de las miserias humanas, al final los
gusanos, convirtiendo en tierra y olvido el horror larvado sobre el que gravita nuestra
sociedad…
Porque éste será exactamente el proceso.
Impacta la noticia, atrae el morbo, nos perdemos en los detalles, y hozamos en
la basura como cerdos, pero no hacemos frente, no haremos frente a las causas
reales de estas situaciones, situaciones mucho más frecuentes de lo que
pensamos, que no acabando en tragedia están en la antesala misma de la
tragedia.
De aquellos polvos vienen estos lodos,
dice el refrán. Y yo puedo decir, con conocimiento de causa, que aún pasa poco
para lo que podía pasar.
Así, a vuelapluma, veo varias cuestiones
que inciden directamente en un porcentaje no pequeño de nuestros niños y
jóvenes, convirtiéndolos en víctimas que buscarán su venganza y extenderán su
dolor.
Una sociedad incoherente que proclama
unos valores y actúa en contra de ellos. Los defensores de la honestidad hacen
trampas, los adalides de la tolerancia arrinconan a quien no piensa como ellos,
el dinero el poder y el prestigio se elevan de hecho como dioses absolutos, a
la vez que hermosos discursos hablan de solidaridad, servicio y autenticidad.
Una escuela incapaz de integrar a un
alumnado cada vez más diverso y complejo por falta, entre otras causas, de
medios eficaces, lo que provoca un sufrimiento en muchos niños y jóvenes ante
el cua,l el profesorado, muchas veces, poco o nada puede hacer.
Un sistema sanitario donde la salud
mental es privilegio de quien se puede pagar un especialista, ya que los
servicios públicos están totalmente desbordados y, en la necesaria
priorización, dejan casos que aún no estando mal en el presente, tienen un
pronóstico impredecible.
Un elevado número de familias rotas, de
parejas enfrentadas que utilizan a los hijos como arma en su vergonzosa
relación, o que por legítimas exigencias laborales u otras exigencias quizá ya
inconfesables, abandonan de hecho a sus retoños al colegio, a los servicios
asistenciales, a la calle… ¡Pero son los mejores padres del mundo!
Un acceso a Internet sin control, sin
previa educación, sin acompañamiento de ningún tipo, sin tener en cuenta que
Internet es una puerta abierta al mundo entero, desde lo más noble y digno
hasta lo más rastrero y detestable. Juegos terribles, contenidos indignantes,
ideologías peligrosas…Allí esta todo, y ellos lo saben.
Unas redes sociales que atrapan, y que
para su adecuado disfrute exigirían una ética a la que no se llega sin
formación. Unas redes sociales que agrandan los efectos de las relaciones
humanas sanas y respetuosas, pero también agrandan los efectos de lo más
repugnante y miserable que, desde que el hombre es hombre, ha emponzoñado la
convivencia humana convirtiéndola para algunos, siempre demasiados, en un
infierno.
No me puedo quitar de la cabeza a este compañero
que ha pagado con su vida lo mal que lo estamos haciendo entre todos. No puedo.
Por eso no acepto que se reduzca esto a
un incidente estadísticamente insignificante, a una cuestión individual puramente anecdótica, y a un espectáculo mediático más
de violencia y sangre. ¡No!
Lo que ha sucedido es muy grave, no es
algo insignificante, no debe caer en el olvido, acabada “la fiesta” que
montarán los medios de comunicación. Lo que ha sucedido debe ser un aldabonazo
a las conciencias de todos, que nos fuerce a abrir los ojos y ver lo que realmente
estamos haciendo con nuestros niños y nuestros jóvenes, que es consecuencia
directa de cómo vivimos la vida. Esto nos dice que hemos de buscar otra forma
de vivir.
No, no es baladí lo que ha sucedido hoy. No es un niño que se ha "vuelto loco".
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