Preparando una reunión de padres del último curso de
infantil, y pensando cómo dar algunas orientaciones claras a los papás,
mayoritariamente jóvenes, me han venido a la cabeza estas tres ideas que, creo,
pueden ser útiles, sobre todo en estos primeros años de la vida de los niños.
Las expongo en cuatro pinceladas, a la espera de desarrollarlas en tres próximas entradas
con más detalle.
VUESTRO HIJO NO ES VUESTRO HIJO.
La utilización de los posesivos nos lleva muchas
veces a error. Cuando yo digo que mi oreja es mía, por ejemplo, está claro que
eso es cierto, pero si digo que mi hijo es mío, la palabra mío no tiene para
nada el mismo significado, al igual que si hablo de mi mujer, mi marido, mi
novia, mi amigo…
Las personas no son propiedad de nadie, ni siquiera
el hijo es propiedad de la madre que lo parió, con perdón, ni del padre que
colaboró en el proceso, al menos en el inicio. Sí, desde luego que son vuestros
hijos, pero no son propiedad vuestra. Por eso no podéis hacer con ellos lo que
se os antoje, lo que se os ocurra. No podéis usarlos para completar vuestro
proyecto de vida, sino que debéis ayudarles a que encuentren el suyo,
haciéndolos libres y autónomos más allá de vosotros mismos, porque ellos, desde
el momento en que nacieron, ya están más allá de vosotros, lanzados al futuro.
Ofrecedles vuestro pasado y vuestro presente para que desde su presente, que coincide
ahora con el vuestro, construyan su futuro que ya será sólo de ellos.
HABRÉIS
DE USAR LA VIOLENCIA PARA
EDUCAR.
No tengáis miedo a las palabras. No caigáis en la
trampa de la estética de un lenguaje sin ética, tonto y ñoño por añadidura y
que además confunde. Atreveos a llamar a las cosas por su nombre y actuad en
consecuencia.
Tendréis que utilizar la “violencia” con vuestro
hijo, porque vuestro hijo necesita que le pongáis límites, necesita no salirse
siempre con la suya, necesita aprender a hacer lo que debe y no sólo lo que le
apetece, necesita conocer y aceptar el no como respuesta. Y eso no es fácil. No
lo hará de buen grado. Opondrá resistencia y vosotros tendréis que vencerla, y
no valdrá el ¿no comprendes nene, bonico, cariñín…? No, no comprende, y se
pondrá burro. Y tendrás que ignorarle, dejarle llorar, rabiar, berrear hasta el
agotamiento, o hasta que, viendo que no consigue nada, se canse y cambie tan
lindamente de tercio en un santiamén. Y eso es violencia, porque le violentáis
a él y os violentáis vosotros. Por supuesto que no me refiero a la violencia
física, ni siquiera a la verbal, por supuesto. Porque a esa violencia se le
llama maltrato y eso es una aberración y un delito.
Haceos a la idea de que educar duele. Y tened claro,
si no os duele, es que no estáis educando, y lo pagaréis muy caro, y vuestro
hijo también. Cuando educando tengáis dudas a la hora de tomar una decisión,
elegid la que más os duela, y no os equivocaréis.
LO
HABÉIS DE AMAR.
Esto sobre todo. Esto es lo que da
sentido a todo. Si no se tiene un hijo para amarlo es mejor comprarse unos
peces de colores o una boa, y ni eso. ¡Pobres peces y pobre boa! El amor es lo
que da sentido humano al ciego mecanismo biológico que perpetúa la especie.
Y amar es poner el bienestar y la
felicidad de la persona amada por delante del mi propio bienestar y mi propia
felicidad. Y eso significa, no sólo un buen techo, vestirle, alimentarle,
comprarle cositas, sino compartir con él vuestro tiempo, crear a su alrededor
un entorno de respeto y comprensión, respetar su dignidad y su libertad, aunque
lo pasemos mal a veces, no usarlo nunca como arma contra nadie, ya sabéis a qué
me refiero, aceptarlo como es para que pueda acabar siendo lo que él quiera
ser.
Y ¡ojo! no caigamos en la trampa de que porque le
queremos mucho le dejemos hacer lo que le da la gana, para que sea feliz. Así
será un pobre desgraciado y a vosotros os hará desgraciados también. Sigue
siendo verdad eso de que quien bien te quiere te hará llorar. Precisamente
porque le queréis y su bienestar está por delante del vuestro, tendréis que
sufrir vosotros al verle sufrir a él por no salirse con la suya, por ejemplo.
Os dolerá su llanto, pero porque lo amáis, su educación está por delante de
vuestro bienestar. Es así. Duro pero cierto. No se puede educar sin amar.
CONCLUSIÓN.
Podríamos concluir que educar es
alumbrar en el amor y con dolor a un hombre libre, a una mujer libre. Y esto
siempre es una aventura tan dura como gozosa.
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