Cuando
usamos la expresión “matar la gallina de los huevos de oro” nos referimos a que
una fuente de riqueza se ha agotado debido a que ha sido explotada de una forma
excesiva con el fin de obtener el máximo beneficio en el menor tiempo posible,
como consecuencia de nuestra naturaleza avariciosa.
Esto
es lo que dice el "señor Google" de la conocida expresión. Y eso es lo que están
haciendo desde hace ya demasiado tiempo con los Pirineos. Están
matando, y de mala manera, tan hermosa gallina.
Los que
ya hemos entrado en lo que llamo el período “genario”, sexagenario,
septuagenario, octogenario o nonagenario, y no sigo porque más allá llegan
pocos, conocimos un Pirineo bien distinto.
Y
fuimos precisamente los “genarios” los que dimos a conocer al mundo la
existencia de esta gallina. Es humano compartir lo que nos hace felices; sería egoísta no hacerlo.
El
problema surgió cuando gente de allí y de aquí descubrieron que esa gallina no
solo daba carne, leche, madera…, sino unos huevos enormes de oro puro, llamados
turismo. Y se lanzaron en masa a sacar cuantos más huevos de esos y en menos
tiempo, mejor.
De
esto ya hará algo más de un par de décadas, pero es que viendo que la situación
se descontrolaba y la cordillera empezaba a saturarse, no solo no pararon, sino que
siguieron haciendo publicidad como locos e inventando eventos de todo tipo,
sobre todo deportivos, y multitud de variopintas actividades para atraer masas
y masas; y esa es la palabra que hay que utilizar, masas, porque es lo que es.
Nadie ha medido el impacto sobre el medio ambiente, ni la calidad de la atención que se le da a la gente que acude a la llamada. Y parece ser que a nadie le interesa medirlo ni controlarlo. Lo único que están haciendo es aumentar el número de restricciones que afectan sobre todo a los que solo vamos a hacer montaña como toda la vida, silenciosa y discretamente.
Estamos en peligro de extinción.
El
Pirineo es una cordillera pequeña. No puede soportar, no es sostenible el
impacto, sobre todo en verano, del turismo masivo. Me decía una camarero
profesional, de los que saben bien su oficio, que lo pasaba mal porque le gusta
atender bien a los clientes y muchas veces no puede hacerlo; dos y tres turnos
para comer o cenar. No es servir una comida o una cena, es como echarle pienso al ganado, decía. El recepcionista de un hotel comentaba que una familia le
había montado el pollo porque para bajar con el trenecito turístico que los
había subido a un paraje no hace mucho tranquilo e idílico, habían hecho una
cola de más de dos horas. Evidentemente no tiene la culpa el hotel. No hablo ya
de los atascos en el Aneto, de las muchedumbres en Ordesa, o del número desorbitado
de rescates diarios de la Guardia Civil.
Esto
es matar la gallina de los huevos de oro. Y solo hay una manera de salvarla.
Pararse a pensar, analizar y planificar anteponiendo el cuidado y la
preservación de las montañas a otros intereses ajenos a ella y hasta
contrarios. Contrarios no solo a la montaña, sino a los montañeses que acaban
agobiados, los propios turistas, que son mal atendidos y los montañeros que
están de hecho excluidos y olvidados.
Dice
también el refrán, la avaricia rompe el saco. El saco se está rompiendo. ¿Pero quién
va a decir basta? Me temo que nadie.
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