FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 11 de enero de 2016

Góngora y las morcillas.


Esta mañana, lunes, ha llovido débilmente durante un ratito. Estaba trabajando. Ayer, domingo, en la paz del hogar, deposité una morcilla en la sartén que, acompañada por un buen vino, fue un más que agradable almuerzo. El café me lo tomé junto a la estufa donde danzaba un buen fuego.
Lástima no haber coincido, domingo, lluvia, estufa y morcilla. Lo hubiéramos disfrutado muchísimo Isabel y yo. Es tan rara esa combinación por estas maltrechas tierras. Entonces el almuerzo habría sido…¡sublime!
Sublime y literario, porque siempre que echo una morcilla en el asador me acuerdo del bueno de don Luis de Góngora y de su famoso poema, Ándeme yo caliente y ríase la gente. No puedo evitarlo. Y ese momento en que la morcilla revienta, no por presentido menos bello, lo vivo como un acto casi diría que solemne. Y si encima, afuera, en la calle, en el campo, el tiempo es desapacible, como hoy, ¡qué infinito placer!
Aquí tenéis el poema. Estrofa a estrofa voy a hacer mi interpretación personal.

Ándeme yo caliente
y ríase la gente.

Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno;
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.

Esta clarito, ¿no? Vamos que, mientras que yo tenga buen yantar y buen hogar, que quien quiera saborear el poder, el prestigio, la vanidad, pues bien, que lo saboreen y los disfruten. Todo para ellos.

Coma en dorada vajilla
el Príncipe mil cuidados,
como píldoras dorados;
que yo en mi pobre mesilla
quiero más una morcilla
que en el asador reviente,
y ríase la gente.

Y aquí está la morcilla reventona que a mí tanto me gusta. Altas responsabilidades son grandes preocupaciones que no se disuelven con ricos manteles, lujosas vajillas y exquisitos manjares. ¡Qué buena está la morcillita en sencillo plato, con pan y buen vino en la  cocina de mi casa!

De blanca nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del Rey que rabió me cuente,
 y ríase la gente.

            Bonita imagen, ¿verdad? Mientras al arrimo del hogar, en lo mar crudo del invierno, tenga yo qué echarme a la tripa, que vengan con cuentos y mandangas, que poco me han de importar.

Busque muy en hora buena
el mercader nuevos soles,
yo conchas y caracoles
entre la menuda arena,
escuchando a Filomena
sobre el chopo de la fuente,
y ríase la gente.

            Hay quien amasa fortuna y con todo el dinero no tiene nunca bastante. ¿Para qué tanto?, como dice un buen amigo mío. ¿No será mejor ganar menos y tener tiempo para hacer cositas gratas y sencillas, mientras escuchas cantar al ruiseñor. Filomena es el ruiseñor.
           
Pase a medianoche el mar
y arda en amorosa llama
Leandro por ver su dama,
que yo más quiero pasar
del golfo de mi lagar
la blanca o roja corriente,
y ríase la gente.

            Dice el mito griego que el tal Leandro, cruzaba todas las noches el mar para encontrarse con su amada Hero, pues su amor estaba prohibido. Una noche se ahogó y su amada se suicidó. Excesos excesivos. Dice don Luis que antes que tales proezas, prefiere el vino tinto o blanco al agua de la mar.
           
Pues Amor es tan cruel
que de Píramo y su amada
hace tálamo una espada,
do se juntan ella y él,
sea mi Tisbe un pastel
y la espada sea mi diente,
y ríase la gente.

          Píramo cree que Tisbe ha muerto devorada por una leona y se suicida. Tisbe, cuando al salir de su escondite ve a su amado muerto, le coge el puñal que tiene en el pecho y se suicida a su vez. Otro amor prohibido que acaba en tragedia. Pero esta vez al menos, sus cenizas las meten en la misma urna. Y dice nuestro poeta que, antes que amores que a tales extremos le lleven, prefiere “amar” a un pastel al que hincar el diente, dejando el puñal a un lado, que ninguna falta le hace.


       Pues ya está. Todo este escrito empezó, como he dicho, con una morcilla. Apetitoso almuerzo y símbolo de una forma de vivir un tanto diferente a la habitual. Una forma de entender la vida de la que don Luís de Góngora, ya hace unos cuantos añitos, se burlaba un tanto despiadadamente.
      Poder, lujo, historias, dinero, pasiones, amores imposibles… ¡Che tú! Mejor la morcillita. ¿No? ¡Qué poco romántico!

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