Esta es la montaña de "la experiencia", pero no hoy. Hoy estaba gris, lloviznaba, hacía frío, viento...
Me dice
hoy mismo una de las alumnas de 4º de secundaria, en las convivencias, que le ha
gustado mucho la ruta que acabábamos de hacer por la montaña. Está visiblemente
contenta, satisfecha.
Y a
renglón seguido añade, he llorado. ¿Por qué? Le pregunto, y me dice" porque me
agobiaba y además me he mareado". Me alegro, le digo, me alegro de verdad de que te haya gustado.
Sí,
me he alegrado por ella, y por todos los que hayan vivido la experiencia de un
modo semejante. Me he alegrado porque le ha gustado, estaba contenta, pero
sobre todo porque ha experimentado algo muy importante en la vida: la
compatibilidad entre sufrir y gozar, su estrecha y especial relación.
Es
esta una experiencia muy importante en la vida de las personas. Una experiencia
que puede reorientar una vida entera y darle un nuevo sentido. Conozco gente a
la que le ha pasado.
En
una sociedad donde la inmediatez, el confort, la seguridad se nos venden como
caminos a la felicidad, descubrir que se puede “pasar mal”, pero que más allá
de ese sufrimiento se desemboca asombrosa, inesperadamente, en la alegría, en la
satisfacción, es toda una lección.
No
había inmediatez, porque no se alcanzaba lo deseado enseguida. Era incómodo porque
llovía y hacía frío. Había, siempre lo hay, un cierto riesgo, terreno suelto,
inclinado, húmedo. Por eso se agobiaba, se mareaba, lloraba. Pero luego entró en el gozo, en la alegría, en la
satisfacción.
Y
esto no vale decirlo. Hay que vivirlo. Sólo así se entiende. Es la experiencia
el primer paso para llegar después a la conciencia de esa experiencia que es lo
que le da sentido. Primero la experiencia, luego la conciencia de esa
experiencia.
De
este modo, la conciencia de la experiencia se generaliza a otros ámbitos de la
propia existencia. Y se descubre, como hoy ha podido descubrir mi alumna, que
tras la dura perseverancia, tras el abandono de la comodidad, tras el riesgo
conocido y asumido, están la satisfacción y el gozo sanos, sólidos, purificados
por el sufrimiento del esfuerzo.
Llegar
a la plena conciencia de esto puede orientar y dar sentido a una vida. Y a fin
de cuentas, no es nada nuevo. En cristiano, tras la cruz está la resurrección,
desde hace ya más de 2000 años.
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