FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 18 de enero de 2016

No, no quiero que me gobiernen adolescentes.

No es un Instituto de Secundaria, ni la Universidad.
Período de la vida humana que sigue a la niñez y precede a la juventud. Esto es lo que nos dice la RAE de la palabra adolescencia, palabra que comparte raíz con adolecer. Y dice la RAE de adolecer, en su tercera acepción, Tener o padecer algún defecto.
No hace falta estar muy avispado para darse cuenta que, según la lengua castellana, literalmente, el adolescente es la persona que padece algún "defecto", que tiene algún "defecto".  Dicho de otra forma, alguien a quien le falta algo. ¡Qué rica y sabia es la lengua!
Y es cierto. El adolescente tiene el "defecto" de anteponer lo emocional a lo racional con excesiva frecuencia. El "defecto" que supone siempre la inexperiencia, que le lleva a posturas radicales y a cometer perdonables errores. El "defecto" de la arrogancia, la arrogancia que le da su inevitable y transitoria ignorancia. El "defecto" que supone una identidad todavía en formación, que le impulsa a montar “numeritos” para que los demás vean que existe, que está ahí.
Y es que, en realidad, lo que pasa es que le falta tiempo, le falta tiempo de vida, le faltan aciertos y errores, éxitos y fracasos. Le falta encajar ese feliz torrente de energía joven en un cauce que haga la tierra fértil, en vez de arrasarla y destruirla. Y ese es el "defecto" que, visto así, no es tal. Es sólo la falta del algo que el tiempo y la vida le van a dar.
Por eso, al adolescente se le comprenden sus arrebatos emocionales, sus radicalismos y sus "numeritos", se le perdonan sus errores y su arrogancia. Y porque se le comprende y se le perdona, se le acoge, se le apoya, aunque él a menudo no lo sienta así. Incluso quien convive con ellos y conoce y comprende su momento vital, puede disfrutar, como he hecho yo y sigo haciendo, de esa energía joven que se les escapa en cada uno de sus actos, de sus palabras, de su persona entera.
Yo, a lo largo de mi vida, en mi trabajo, he aprendido mucho de los adolescentes. He vivido con ellos experiencias increíbles y sé que su fuerza vital, a veces desordenada pero siempre hermosa, me sigue contagiando de juventud a mis 60 años.
Los adolescentes están bien en su lugar y en su momento. Es su derecho. Todos tenemos el derecho de ser adolescentes durante un tiempo. ¡Faltaba más! Y el de ser respetados como tales. Y escuchados, porque a veces hay adolescentes infinitamente más maduros que sus padres.
Pero, aún así,  yo no quiero que me gobiernen adolescentes.
Y eso es lo que veo que puede acabar pasando como los adultos no tomen pronto las riendas de la situación.
Hay quien dice ufano que en vez de maletines llevaremos mochilas, aparcaremos chaquetas y corbatas, nos tutearemos en el Congreso y montaremos "numeritos" (bebé en el hemiciclo) para que se hable de nosotros. Y más, y más y mucho más.
Y esto es un comportamiento adolescente. Muy, muy adolescente. Cierto que en sí mismo, el hecho de llevar mochila en vez de maletín, ir al Congreso en vaqueros y camiseta con letreritos, hablar de tú en vez de usted y montar “numeritos” del todo innecesarios de vez en cuando, no es el problema. No, no es el problema, pero es un símbolo.
El problema es lo que el símbolo significa. Significa anteponer lo emocional a lo racional. Muy adolescente. Significa gobernar buscando la confrontación en lugar del consenso. Muy adolescente. Significa gobernar en clave blanco o negro, sin gama de grises. Muy adolescente. Significa gobernar sin medir las consecuencias de las decisiones. Muy adolescente. Significa gobernar sin sentido de la realidad, de lo posible. Muy adolescente. Significa gobernar pensando que yo tengo la razón y los demás no me entienden. Muy adolescente…
Y todo esto es comprensible y perdonable cuando lo hace un adolescente. Tiene derecho a ello si está en un Instituto de Secundaria, en la Universidad (hoy la adolescencia se ha alargado mucho) en su casa, exasperando a sus padres. Es lo que toca.
Pero no toca que estén decidiendo la vida de todos. No, no quiero que me gobiernen adultos instalados en una eterna adolescencia. Y si los adultos que tienen en sus manos evitar este despropósito no son capaces de hacerlo, pasará en España lo que desgraciadamente, en muchas familias ya está pasando. En casa mandan los hijos, los padres se reconocen impotentes y la familia se convierte en una pensión o en un infierno.
Da miedo descubrir el paralelismo entre una familia rota por un adolescente maleducado y lo que está pasando en este país.
La disyuntiva no está, como quieren hacernos creer, entre derechas e izquierdas, esa disyuntiva es falsa. La verdadera es elegir entre adolescentes o adultos para que gobiernen España. Esa es la verdadera decisión que hay que tomar.
           Y no sé si quienes deben tenerlo claro, lo tienen realmente claro.

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