La primera entrada del 2016 va a ser un puñadito de
fotos de agua. Aunque sea sólo por contraste. El agua que da vida, que
refresca, que limpia. El agua que no tenemos. Desde el 1 de noviembre que no
cae ni una gota, ya más de dos meses y, de momento, no hay previsiones de que vuelva a
llover por estas tierras. Pero sí ha llegado el viento, el maldito viento de
poniente, caliente, recio, persistente y que lo seca todo, todo, agravando las consecuencias de la
falta de agua.
¡Triste clima el nuestro! Quizá antaño no lo fue,
pero ahora…¡qué triste, qué feo, que angustioso!
Por eso quiero empezar el año con una entrada
“acuática”. Este 1 de enero, pasamos Isabel y yo por Casas del Río, un pequeño
pueblecito situado a orillas del Cabriel, cuyas aguas aún mueven una
noria que, como toda noria, es un
monumento a la hermosa y estrecha relación entre el hombre y el agua.
Se ponía el sol, estábamos allí, solos, escuchando el
río, escuchando el agua que movía la noria… Fue bonito.
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