Y la
tierra les pidió a los Reyes Magos agua. Y los Reyes Magos, en su inmensa
bondad, escucharon su ruego. Y empezó a llover, primero suavemente, después con
más ganas. Al final llovió densa y mansamente durante horas y horas. Y al
llegar la noche, el frío hizo del agua nieve en las montañas, y estas se
vistieron de blanco. Y llovía, llovía; y nevaba, nevaba.
Y así
estuvo días y días, saliendo el sol de vez en cuando, pero solo de vez en
cuando. Y al viento de poniente los Reyes Magos lo encerraron en una jaula
durante mucho tiempo. Y le dieron alas al viento de levante para que fuera al
castillo donde estaban encerrados los temporales y los liberara.
Y así
la vida volvió a la tierra. Y sus Majestades regresaron a Oriente dejando tras
de sí una tierra verde y blanca, limpia, lista para la llegada de la primavera.
Porque aquí, en Valencia, también tenemos derecho a eso, y los Reyes lo saben.
¡Qué
cuento más bonito! ¿Verdad? Porque es un cuento. Ahora bien, algo parecido sí
que nos han traídos losa Reyes, una bonita tormenta con sus rayos y sus truenos
y unos pocos litrillos de agua. Ha sido un bonito regalo.
Gracias
Majestades por permitirnos saborear, aunque sea un poquito, el verdadero buen
tiempo, el de esta tarde. Porque pediros que el cuento se hiciera realidad es
mucho pedir, ¿no? Bueno, más vale esto que nada.
Melchor,
Gaspar, Baltasar, ¡gracias!
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