Glasgow es una ciudad
que sufrió mucho con la reconversión industrial de Margaret Thatcher. Las
cicatrices de la crisis provocada están muy presentes en el paisaje urbano.
Calles sórdidas, grandes edificios abandonados, barrios donde se percibe la
penuria del obrero en paro. Pero también se ve en Glasgow la fuerza de una
ciudad que se reconstruye a sí misma, que se niega a caer en el pozo de la
miseria y el abandono.
Por eso me llamó la
atención ese interés por hacer bonito lo feo, decorando con hermosos dibujos
paredes tristes de edificios más tristes aún. Comparto hoy dos preciosas pinturas llenas también de significado, probablemente de muchos significados,
según quien los mire, porque a fin de cuenta
es arte, y el arte a cada uno le habla de un modo personal y único. Esa
es una de sus grandezas.
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