Andar
por caminos solitarios, sin ver a nadie en todo el día, rodeado de silencio y
naturaleza es ejercicio físico, pero también espiritual. Mientras avanzo por
caminos y senderos, contemplo, pienso, me integro en el entorno que parece
ignorarme, o hacerme suyo, no sé. En cualquier caso siempre queda algo que va mucho más allá de lo que puedan recordarnos las fotos,
Comparto
algunas de una reciente excursión.
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Los chopos en otoño dan su inconfundible nota de color.
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Y los servales. |
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En un recodo del camino me encuentro con corzo, que se aleja sin mucha prisa. |
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Estas bonitas flores secas me acompañan durante varios kilómetros a ambos lados del camino. |
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Las bayas de los escaramujos destacan con su rojo intenso y brillante.
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Y llegando al pueblo un bosquecete de coníferas me recuerdan otros bosques. |
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