No
comer miel por no estropear la casita de la abejita Maya, o pescado por si mato
a Nemo, o garbanzos por si me como a Garbancito, o ciervo por si era la mamá de
Bambi, es un comportamiento bastante imbécil.
Y no
por eso extraño, sino más bien frecuente, y cada vez más. Sobre todo en las
ciudades, o en los pueblos que han dejado de serlo, es donde más han prendido
estas ñoñeces simplonas, signo claro del alejamiento de la naturaleza y del
desprecio, nunca reconocido, del mundo rural.
Esto
viene a cuenta de que ayer se abrió la veda y el mundo de la caza se puso en
marcha. Y estoy seguro de que habrá quien, desde estas ñoñas tonterías, aliadas
con peregrinos razonamientos presuntamente ecologistas, estarán lamentado el
“bichicidio” consentido por las autoridades que aún tienen el suficiente
sentido común como para consentirlo.
Si
bien es cierto que a lo largo de la historia se han cometido atrocidades, y se siguen
cometiendo, en nombre de la caza, también es verdad que la reglamentación a la
que está sometida actualmente la caza en España es tan exhaustiva y estricta
que hace difícil, sino imposible, cualquier abuso.
Y por
otra parte hay que reconocer que si alguien cuida el monte y se interesa de
verdad por él, son los cazadores. Cuidan los caminos, se ocupan de que haya
agua y comida para los animales, y tratan de que siga verde y limpio, sea en cotos públicos o privados. Además gozan
de una íntima relación con la naturaleza que sólo ellos conocen.
Y lo
mismo podríamos decir de los pescadores en los ríos. La caza y la pesca están
hoy en día totalmente dentro del equilibrio ecológico de nuestro ecosistema, y
no sólo no lo agreden, sino que colaboran activamente a su mantenimiento,
aunque sólo sea porque en montes sanos y
ríos limpios se caza y se pesca mejor.
Por
eso, esos planteamientos urbanitas contra la caza, incluso contra la pesca,
carecen de una justificación mínimamente seria. Sólo se sustentan en la ñoñez a
lo Walt Disney, en un desconocimiento y alejamiento del entorno natural y
rural, y en planteamientos ideológicos muy simplones.
Nos
haría bien, antes de denostar a cazadores y pescadores, leer a Ortega y Gasset
o Delibes, por ejemplo; ambos, ciertamente preocupados por el medio ambiente y
comprometidos con él, sobre todo Delibes. Pero es cultura de verdad, y claro…
En la ignorancia y las posturitas políticamente correctas se siente uno mejor,
más arropadito, más cómodo. Piensan por ti y te hacen creer que lo has pensado
tú.
Y el
caso es que a mí no me gusta ni cazar ni pescar. Como no me gustan ni la salsa,
el merengue o el rap, pero no por eso desprecio, persigo o prohibiría,
si tuviera potestad para hacerlo, ninguna de estas formas de música.
Simplemente no las escucho.
Pues
nada. Deseo a todos los cazadores una feliz temporada de caza, como a los
pescadores; que sigan pescando a gusto. Que disfruten, y de paso cuiden
nuestros montes y ríos como no lo hacen, entre otras porque no sabrían cómo,
los que los critican y desearían su desaparición.
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