FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 29 de junio de 2015

Laudato sii. Reconciliar al hombre con la tierra.

¿Qué fue de la vida en el Km. 26?
"Dado en Roma, junto a San Pedro, el 24 de mayo, solemnidad de Pentecostés, del año 2015, tercero de mi Pontificado"

Así acaba la encíclica del papa Francisco, publicada el 18 de junio, sobre el medio ambiente. Un paso de gigante, necesario, urgente, en el camino de garantizar el futuro de la humanidad. La protección de la naturaleza no es cuestión de ecologistas alternativos, ni de románticos trasnochados. Es cuestión de todos los que habitamos el planeta, y el Papa, con esta encíclica, une su esfuerzo al de todos los que se han dado cuenta de la urgencia de la situación y actúan desde sus posibilidades, por humildes que sean. Nos va  la vida en ello.
No he tenido aún tiempo de leerme el documento. Lo haré y escribiré sobre él. Pero quiero darle ya la bienvenida y hacerme eco de su publicación, compartiendo unas reflexiones basadas en un documento que, el teólogo Peio Sánchez Rodríguez ha escrito como prólogo a esta atípica pero importante encíclica, para poderla entender cabalmente y calibrar su auténtico alcance.

I
Empecemos por entender que desde el punto de vista bíblico, Dios ofrece la tierra acabada al hombre, como su morada. Es un préstamo, no una venta. La tierra, la naturaleza, no es nuestra. Sólo la administramos. La fe nos exige cuidar lo que nos ha sido prestado gratuitamente por el mismísimo Creador.
II
Y la conciencia de esto nos debe llevar al agradecimiento que nos impulsa a la contemplación gozosa de la naturaleza, de su belleza, de su grandeza, de su perfección. Contemplación de la que emana un profundo respeto incompatible con el saqueo y la explotación.
III
Porque este saqueo y esta explotación conducen inexorablemente a la ruptura de un equilibrio natural con consecuencias devastadoras para todos, pero en primer lugar para los más pobres, que como siempre serán los primeros en sufrir estas consecuencias. Ya está pasando.
IV
Además tenemos también la grave obligación moral de dejar la naturaleza  a las generaciones venideras, al menos como la hemos recibido, y mejorada si es posible. La defensa de la vida nos exige dejar un mundo habitable a los no nacidos. Es de una terrible incoherencia y un egoísmo atroz, defender la vida de los que vivimos en el presente abocando a la muerte a los que lo harán el futuro.
V
Por todo esto, cualquier atentado del tipo que sea contra el medio ambiente, contra la naturaleza, le abre, de un modo u otro, paso a la muerte, y eso es pecado, y un pecado grave, muy grave, porque atenta contra todas las criaturas, el hombre incluido y ofende a Dios, que es el Dios de la vida, que es la Vida.
VI
Es una consecuencia directa de este pecado estructural y personal el calentamiento global. En el Génesis, cuando Dios crea al hombre, le pone unos límites, cuya transgresión traerá el pecado y la muerte. El hombre, hecho libre, en su relación con la tierra, ha transgredido unos límites, y la ciencia nos lo viene advirtiendo. Las consecuencias son “la expulsión del Paraíso”. Quizá en nombre del progreso, estemos abocándonos a un desastre sin precedentes.
VII
Pero el hombre puede, debe, frenar este proceso. Es necesaria una ética que penetre en el ámbito político desde donde deben tomarse medidas reales y eficaces. Y será necesaria también una conciencia social que fuerce a los estamentos políticos a tomar esas medidas que han de reconciliar al hombre con la naturaleza herida, con la tierra amenazada, con la creación saqueada

Todo esto del medio ambiente no es cuestión baladí. Como he dicho al principio, no es sólo cosa de románticos o ecologistas, no. Es un asunto de supervivencia para toda la humanidad. Además es, para los creyentes una exigencia moral, cumplir la voluntad de Dios Creador, del Dios de la Vida.
Porque no olvidemos una cosa, Dios perdona siempre, el hombre a veces, la naturaleza nunca. Y por el camino que vamos, arruinando la obra de Dios, pues somos libres para hacerlo, nos arruinaremos a nosotros mismos.

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