Estoy
seguro de que a mucha de la gente que está ahora cargando con el peso de “tirar
palante” con su faena, les vendrá bien que reconozcamos su esfuerzo y su
compromiso. Ellos siguen ahí, al pie del cañón, cada uno del suyo, mientras
otros muchos, mejor o peor, esperamos bajo techo que pase lo tormenta.
Sí, ya
sé que aplaudimos a los ocho, y que en los medios de comunicación se
multiplican los mensajes de solidaridad. Y bien lo merecen. Todos los que
trabajan en sanidad de cualquier forma, farmacias, ejército, policía y guardia
civil, otros servicios de emergencias, medios de comunicación, trasportistas, taxistas,
empresas y tiendas de alimentación, almacenes, pescadores, agricultores… Y otras
muchas personas que ni caemos en la cuenta de que ahí siguen, para que lo
esencial funcione y volvamos a ver la luz. También sé que, desde la relativa
seguridad de sus hogares, otros arriman el hombro, como los maestros y
profesores, que no abandonan a sus alumnos.
Pero
ahora quiero hacer caer en la cuenta de un colectivo en el que pocos pensamos,
los funcionarios. Muchos de ellos, declarados servicio esencial, siguen
trabajando, y no solo en su casa.
No, no
caemos en la cuenta de ello. Y si yo caigo es porque mi hermana es una de esas
personas que tanto en casa como en su puesto de trabajo, está peleando en este
frente poco conocido.
Por
eso, voy a compartir hoy la carta que al director del SEPE en Valencia, su
jefe, le publicaron ayer en el Levante. Y lo hago como reconocimiento al
trabajo de toda esta gente, y como merecido homenaje.
Es muy
posible que hasta ahora pocas personas identificaran estas siglas como las del
Servicio Público de Empleo Estatal al que acudían, cuando perdían su trabajo
para «arreglar lo del paro». Y es justamente ahora, cuando peor vienen las
cosas, cuando ese gran desconocido emerge como un servicio estratégico para la
comunidad y esencial para millones de trabajadores, como lo es, en otro ámbito,
la sanidad. Mientras un servicio público hace frente, en primera línea, al
impacto sanitario de la pandemia por COVID-19, el otro se ocupa de paliar sus
devastadoras consecuencias sociales.
Desde
la declaración del estado de alarma (RD 463/2020, de 14 de marzo) y hasta el
momento de escribir estas líneas se han presentado más ERTEs que en los seis
últimos años: alrededor de 200.000, lo que supone la suspensión temporal de
contrato para un millón y medio de trabajadores cuyas prestaciones por
desempleo empieza a gestionar el SEPE asumiendo que, también en este ámbito, la
curva de afectados seguirá creciendo en las próximas semanas.
Para
hacer frente a esta emergencia social, el Gobierno de la nación ha adoptado, en
los últimos Consejos de Ministros, importantes resoluciones económicas,
sociales y laborales (RDL 8/2020 y posteriores medidas complementarias)
tendentes, entre otras prioridades, a garantizar las prestaciones por desempleo
a quienes pierdan su trabajo o vean suspendido su contrato, aunque no tengan
cotizaciones suficientes, sustituyendo la lógica contributiva por la de
solidaridad social, con el objetivo explícito de no dejar a nadie atrás como
resultado de esta crisis. Se trata, en el caso de la Comunitat Valenciana, de
mantener la gestión ordinaria de las 207.327 prestaciones tramitadas por el
SEPE en febrero, con las que se presentan ahora con carácter extraordinario y
que pueden alcanzar un volumen incluso superior.
Y es
aquí cuando los empleados públicos, tantas veces denostados, demuestran su
función de servidores de la comunidad y, especialmente, de sus colectivos más
vulnerables. En el caso del SEPE, tras el cierre al público, por razones de
seguridad sanitaria de las 60 Oficinas de Empleo en la Comunitat Valenciana,
sus 700 funcionarios han seguido trabajando dentro o a distancia, atendiendo
telefónica y telemáticamente un volumen creciente de consultas y demandas de
prestaciones para garantizar que todos los trabajadores afectados por esta
crisis puedan cobrar los subsidios que les corresponda en el menor tiempo
posible, lo que constituye un ejercicio de responsabilidad profesional y
compromiso social, no por invisible menos importante.
Y es
ahora, cuando la emergencia sanitaria y social pone en valor la función de
todos los servicios públicos, cuando es de justicia reivindicar el trabajo de
sus funcionarios al servicio de la comunidad y, en el caso del SEPE, al servicio
de los trabajadores.
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