FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 23 de marzo de 2020

Allá en el glaciar. Capítulo 1.

Refugio de La Renclusa, donde empieza esta historia.

Voy a contaros una historia larga, en varios capítulos. La historia no es mía, es de mi hermano Paco. La escribió y me la entregó hace ya mucho tiempo, y he de reconocer que me sorprendió; no esperaba algo así. Hoy, con su permiso, la comparto. Empiezo sin más preámbulos.

Capítulo 1.

Han pasado ya muchos años pero no puedo esperar más. Necesito contártelo. Sólo te pido que esto quede entre nosotros dos. Han sido casi treinta años en los que todos y cada uno de sus días he tenido presente este recuerdo. ¿Te acuerdas del campamento volante por el valle de Benasque? Al terminarlo, os volvisteis con los chavales a Valencia, y yo me quedé esperando a que regresarais MªJosé, Javi y tú. Se nos había quedado pendiente hacer el Aneto.
Teníamos previsto volver a vernos en La Renclusa al cabo de tres días, por lo que acampé cerca del refugio. Había otras tiendas junto a la mía. A media tarde empezaron a caer las cascadas de nubes que llegaban desde Francia, y en poco tiempo ya se había cubierto todo. Entré pronto en la tienda y me entretuve mirando el mapa. Sobre el papel se veía fácil la ascensión al Aneto. Me dormí pronto, con la idea de que si salía bueno, podría acercarme a la Cresta de los Portillones y ver de cerca el glaciar.
A las 4 de la madrugada me despertó el murmullo de la tienda de al lado. Era un grupo de tres vascos que iban a hacer la Maladeta, según me dijeron luego. No pude volver a dormirme. Se oía alrededor, linternas, lumogases y preparativos para la ascensión. En ese momento decidí salir y pegarme a algún grupo que conociera el camino hacia los Portillones. Ya no había niebla. Al contrario, el cielo estaba completamente raso y con más estrellas de las que podía imaginar. Me puse las chirucas, los bávaros y un suéter de manga larga encima de la camiseta. No hacía mucho frío, sin embargo la manga larga no molestaba. No tenía hambre, pero cogí un paquete de galletas y una manzana para más tarde. Solo quería acercarme a ver el glaciar y volver. Esperaba regresar sobre las 9 o las 10 para desayunar en La Renclusa. Cogí la linterna y el bastón y seguí a los vascos. Me habían dicho que para ir a la Maladeta pasaban por el Portillon Superior. Se veía una larga hilera de lucecitas moviéndose por la montaña, aún oscura. Y sólo se oía el golpear de botas y bastones contra las rocas del camino, y el agua de torrentes y cascadas.
El Aneto tiene mucho de sobrecogedor, enigmático y desafiante, hasta de religioso.

Continuará.


No hay comentarios:

Publicar un comentario