Hay en
esta historia de hoy, como siempre, dos vertientes bien distintas. Una de ellas
es la de valorar y reconocer el trabajo de todos los que han luchado hoy contra el
fuego en unas condiciones muy adversas por el tipo de vegetación, el terreno,
la proximidad al pueblo y sobre todo por el viento.
La
otra es denunciar una vez más la falta de prevención y previsión de estos
desastres. Y no solo por el estado de abandono de nuestro entorno natural, por
muy parque que lo declaren, sino por la legislación que hay respecto al fuego.
El
monte, o la ribera del río en este caso, no se inflama sola, excepto por las tormentas
que son pocas y suelen llevar agua; pero hoy no había tormenta. Alguien le
prende fuego y puede ser por dos motivos, por imbecilidad o por ser una mala
persona o un enfermo, que tanto me da. Entre la maldad y la enfermedad no veo
límites claros.
Pues
bien. Todo el peso de la ley debe caer sobre ellos. Pero de una ley que proteja
de verdad el medio ambiente. Las sanciones por provocar un incendio forestal
deberían ser durísimas, y en el caso de que haya intencionalidad, considerarse
el delito como crimen contra la humanidad por los riesgos que supone, el número de afectados, las consecuencias que tiene y la irreversibilidad de estas consecuencias.
Además,
a todos estos que lo han hecho sabiendo lo que hacían, aunque hubieran cumplido
sus penas, se les debería tener fichados de por vida, y en el caso de alertas por viento, controlados
por GPS con una pulserita de esas que se utilizan para prevenir otros delitos. Y la
reincidencia debería suponer prisión permanente revisable, por el bien de todos.
Llegados a este punto, sé que más de un “meapilas buenista” de estos que abundan
ahora, estará pensando muy mal de mí. Sepan estos señores que yo pienso muy mal
de ellos, y los considero responsables por omisión, junto a otros, de todos los desastres
forestales que hemos tenido y de los que tendremos.
Por
toda esta gente, por los delincuentes y por los que facilitan que otros lo sean, soy tan escéptico cuando me hablan de cuidar y conservar la naturaleza para
las generaciones futuras. No me creo nada. Me lo empezaré a creer el día que,
aunque nos azote un temporal de viento de un mes, lo tuvimos no hace mucho,
pueda dormir tranquilo.
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