Corría
el mes de octubre de 1989, ya hace años, cuando con un grupo de amigos me fui
al Pirineo, a mis montañas del alma.
Hoy,
con toda la nostalgia de aquellos tiempos y las ganas de volver, teníamos ahora
un viaje que hemos cancelado, voy a compartir una ascensión inolvidable al
Balcón de Pineta que hicimos en aquel viajecito otoñal.
Llegamos
de noche al bosque de hayas que hay junto al parador, con mal tiempo. Llovió
abundantemente toda la noche, pero al amanecer despejó, y al salir de las
tiendas nos encontramos con un espectáculo increíble.
A
media altura de las gigantescas paredes, la lluvia había sido nieve, con lo que
por encima del hayedo dorado, la montaña, cubierta por una leve capa de nieve, resplandecía blanca, bajo un cielo azul
perfecto, profundo, con gruesas nubes enganchadas en las montañas del norte.
La
excursión fue una fiesta de colores y de luz que recuerdo ahora con especial
intensidad; y con este recuerdo saludo hoy, desde mi casa, a aquel grupete con quien
compartí aquel día.
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