¡Ya
era hora! Aunque tarde, pero más vale tarde que nunca. Parece que se están
tomando medidas que, aunque muy dolorosas, creo que son necesarias para evitar
males mayores.
Pienso
que no es momento de hacer leña del árbol caído, de reproches por justificados
que sean, de sacar partido de la situación. Es momento de ser prudentes, de
arrimar el hombro, de esperar. De hacer caso a los que saben qué hacer y de
exigirles que lo hagan.
También
es tiempo de mantener prudencial distancia de los medios de comunicación.
Aunque los necesitamos, y hay quienes lo hacen bien, también hay mucha sobreinformación, reiteración y
sensacionalismo, que son devastadores. Hay que informarse lo justo y necesario,
sólo lo justo y necesario. O nos haremos mucho daño.
La tristeza
y el miedo recorren la sociedad haciendo estragos y es difícil sustraerse a
ellos. Y aquí, ahora, en Valencia y enseguida en Castellón, de un modo
especialmente intenso.
Yo no
soy fallero, de hecho tenía un viaje programado para estos días, pero quiero
decir que me da mucha pena pensar en la cantidad de gente que se ha quedado sin nada
entre las manos, la cantidad de gente a la que esto le supondrá gravísimos
perjuicios, y no sólo económicos. Pero había que hacerlo.
Las
banderas de la calle y algún petardo de vez en cuando, tienen ahora un sabor
muy amargo, porque nos recuerdan lo que debía ser y no es. También, por lo menos a mí, me
recuerdan lo vulnerables que, después de todo, somos las personas. Lo frágil
que es nuestro mundo.
Sí,
ahora es tiempo de esperar a que esta tormenta pase pronto y vuelva a salir el
sol, y vuelva la música y la fiesta, y podamos besarnos y abrazarnos sin miedo,
y darnos la mano como toda la vida…
Y tiempo
de rezar, quien quiera y pueda:
Levanto
mis ojos a los montes:
¿de
dónde me vendrá el auxilio?
El
auxilio me viene del Señor,
que
hizo el cielo y la tierra.
Sal.
120,1-2.
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