El
pasado domingo murió Ernesto Cardenal. En su memoria voy a publicar las
palabras que mi amigo José Luis ha escrito en su blog, Umbral de zona, palabras
que hago totalmente mías.
Murió
Ernesto Cardenal, el monje y poeta de Nicaragua. El poeta que se implicó con su
pueblo. El poeta que sacrificó la quietud del monasterio, por la acción y el
compromiso político. El que por esto último, fue amonestado en público
por un Papa, y él recibió la regañina de rodillas y con la sonrisa en los
labios
Murió
el monje que mirando las estrellas cantaba a Dios. El que escribía que un
zapato viejo tenía más belleza y esplendor
que el Tajmajal y que el monte Everest. El que estando en el poder, lo
dejó por el silencio de la celda de un monasterio. El que sabía que los salmos
no eran cuestión de liturgia sino de titulares de prensa e himnos
revolucionarios. Murió el que lloró por Marilyn y rezó por ella. Murió un poeta
mineral, místico y sideral.
Murió
el que decía que no son las palabras las que hablan, sino las cosas. Murió el
que sin duda daba con sus versos sentido y esperanza al Universo. Su palabra es
eterna como la obra de Dios.
Hoy,
vive como una partícula brillante de polvo cósmico en el Universo de Dios. Hoy
yo, rezaré, como tantas veces, con sus versos.
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