A
menudo pienso estos días que estoy teniendo una pesadilla de la que me voy a
despertar; pero no, estoy despierto viviendo una pesadilla de esas de película,
de película de las que no me gustan a mí. Preocupación, angustia, agobio,
miedo, hartazgo, son sentimientos que demasiada gente tiene ahora, yo también, y
que cada uno lleva como mejor puede.
Y la
causa es que el ciudadano de a pie se siente vulnerable y confuso, zarandeado
por unos medios de comunicación que anteponen la noticia inmediata e impactante
a cualquier otra consideración; y desprotegido por las autoridades que no son
capaces de ponerse de acuerdo en qué hemos de hacer, cómo y cuándo.
No se
puede, y permitidme la expresión, acojonar al personal con el número de
contagiados y la actualización de defunciones a tiempo real, y a la vez tomar
medidas parciales, yendo cada uno a su bola según los intereses inmediatos o
las presiones sociales o económicas de cada sector afectado por este desastre.
Poner
trabas a los partidos de fútbol y que no haya ningún control en las
“mascletás”; cerrar colegios y universidades en Madrid y que aquí todo siga
como si nada pasara; desaconsejar en unas comunidades viajar y en otras no
decir nada al respecto… Y como éstas un montón de contradicciones. ¿A qué están
jugando? El virus no sabe de comunidades autónomas.
Estamos
viviendo una crisis muy grave no solo a nivel sanitario, sino a nivel social,
psicológico y por supuesto económico. Y una crisis mundial. Y ante una
situación de tal magnitud, debería darse una respuesta coordinada del planeta
entero.
Sé que eso es
impensable. Pues al menos que se coordine la Unión Europea, tampoco. Pues cada
país, España en este caso, ni de lejos. Ni se coordina ni se coordinará, y eso dice
mucho de un sistema político. Ni ante una amenaza global a la salud y al
bienestar de la ciudadanía son capaces de ponerse de acuerdo.
Ese
maldito bicho, por llamarle de algún modo, que no vemos pero que está, como un
enemigo invisible, agazapado en cualquier rincón, listo para atacarnos (de
película de terror) no sabe de fiestas, eventos varios, fronteras, ideologías o
procedimientos políticamente correctos.
Dentro
de la inevitable preocupación estaría más tranquilo si viera una respuesta valiente
conjunta y coherente de todas las autonomías dirigidas, sin complejos, por el
Gobierno central, que para eso está. No la hay, y eso creo yo que genera mucho
más malestar que la epidemia en sí. Y va a añadir, está añadiendo, indeseables
consecuencias a las que ya hay y habrá en el ámbito sanitario.
Italia
ha tomado ya medidas contundentes que afectan a todo el país. Nada sustancialmente diferente
está pasando aquí a lo que pasa allí. ¿A qué esperan nuestras autoridades para
protegernos, que es su obligación? Cuanto más tarden más difícil será, más
costoso, más doloroso. No entiendo a qué esperan.
En
estos momentos oscuros es cuando se pone a prueba la solidez de un sistema
político, la madurez de una sociedad. Y no veo que estemos aprobando el examen.
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