FRASES PARA PENSAR.

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QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Que "jalobuin" no nos lo oculte.


 

La fiesta de hoy, Todos los Santos, precedida por una noche que ha acabado siendo una gigantesca payasada sin pies ni cabeza, puede quedar, de hecho ha quedado, desdibujada cuando no oculta por la citada payasada. Y es una lástima.

Pero no hay que rasgarse las vestiduras. A fin de cuentas, el jalobuin de las narices ha desembarcado entre nosotros porque mueve dinero y es ocasión de fiesta, de noche de juerga. No hay que buscarle los tres pies al gato. Que es invasión cultural es evidente, pero como no es el único ni el más importante elemento invasivo que estamos sufriendo (que se lo digan al lenguaje) no creo que haya que darle más importancia.

Lo importante es no olvidar el sentido de lo que celebramos el primer día de noviembre, porque es muy bonito y muy profundo. Y nada que ver tiene con la noche anterior.

Y en este sentido, releyendo lo que publiqué en el blog en pasados primeros de noviembre, he encontrado este texto que compartí el año 2021 y que vuelvo a compartir a continuación. No creo poder decir nada distinto a lo que dije hace dos años.

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Lástima que el triste concepto de fiesta que tenemos nos permita identificar tan fácilmente la grandeza de un día como hoy, con ese jolgorio confuso y hueco al que llaman “jalobuin”.

Hoy es el Día de todos los Santos. Un día de recuerdo y homenaje a todas esas personas que a lo largo de la historia han sido, con mayúsculas, Buena Gente, y que ya no están entre nosotros. Gente buena, humilde, discreta, que quizá sin saberlo ellos mismos, han sido testigos de Jesucristo en su vida, entregándose a los demás, padres, hijos, hermanos, amigos, compañeros, desconocidos, sin pedirles nunca nada a cambio, sin esperar nada. Ellos sabrán por qué; por amor, por respeto, por compasión, por solidaridad…, porque era lo que pensaban que había que hacer… ¡Quién sabe!

Seguro que conocéis a más de una de esas personas. Y si no, probablemente será porque no tenéis los ojos bien abiertos, o quizá porque estén llenos de telarañas o calabacitas siniestras…

Es esta una fiesta de reconocimiento y gratitud que la Iglesia tuvo clara desde hace muchos siglos. Un día para recordar a tantos santos anónimos, santos cuyo anonimato es precisamente una de las pruebas de su santidad.

También es una fiesta de justicia. De reconocer que no fuimos capaces de ver que ellos, mientras estuvieron entre nosotros, fueron hombres y mujeres de Dios. Y justo es que lo reconozcamos.

Y es también una fiesta de vida, porque nuestro justo reconocimiento y gratitud no es a personas que están en nuestra memoria y nuestro corazón, que también, no es a seres que fueron y no son; es a hombres y mujeres que viven en plenitud y para siempre junto al Padre, en ese Cielo nuevo y esa Tierra nueva donde ya no hay ni muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor.

Un Cielo nuevo y una Tierra nueva, que ellos, quizá sin saberlo, cuando estuvieron entre nosotros, hicieron de algún modo presente con su vida entregada, sencilla, humilde, callada y discreta pero, quizá por eso mismo, llena de Dios.

Esto es el Día de Todos los Santos. Una fiesta de justo reconocimiento, de gratitud y de vida. Que la tremenda superficialidad de la sociedad en la que vivimos no nos lo oculte.

Y si tenéis la dicha de haber conocido a alguno de esos santos, pensad en él, en ella, y dedicadle una sonrisa, al menos una sonrisa. No es polvo de estrellas, es una persona que os quiso y os sigue queriendo.

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