FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

sábado, 25 de noviembre de 2023

Si te lo comes lo pagas, y punto.


 

Asistí un día de estos a una curiosa discusión de esas en la que apetece meter baza, por lo absurda. Pero claro, no lo hice aunque me quedé con las ganas.

Había almorzado muy bien en un bar restaurante de un pueblo de la sierra. A la hora de pagar, en la barra, entró una señora de mediana edad y la que parecía ser la dueña del establecimiento le saludó y le dijo que tenía ganas de escuchar su versión de lo ocurrido, tras confesarle que su marido estaba muy afectado por el disgusto que cogió el domingo.

Por lo que entendí les habían servido un plato que no habían pedido, se lo comieron y luego, al acabar de comer, se negaron a pagarlo porque no lo habían pedido. Y se armó el pitote, parece ser que de un modo público y notorio. El restaurante está muy concurrido los domingos, de ahí el soponcio del marido.

La dueña le dijo que si no lo habían pedido le debían haber dicho al camarero que lo retirara, pero que si no dijeron nada y se lo comieron, tenían que pagarlo. Me pareció lógico.

La respuesta de la señora me sorprendió. Toda cargada de razón, e indignadísima, le replicó que si no lo había pedido no tenía por qué pagarlo, a lo que la dueña volvió a responder que si se lo habían comido tenían que pagarlo.

A partir de ahí entraron en bucle, repitiendo lo mismo pero cada vez más alto. La dueña, queriendo cortar, le dijo que creía conocerla y no se esperaba eso de ella, de hecho se tuteaban y conocían sus nombres, pero la señora seguía empecinada en que quienes lo habían hecho mal eran ellos por cobrarles el plato en cuestión.

Yo, que aparte de pagar estaba formalizando una reserva, escuchaba la absurda conversación con unas ganas inmensas de acercarme a la señora y decirle, que no tiene usted razón, leñe, que está como una regadera señora mía. Si se lo ha comido lo paga y si no, habérselo dicho al camarero cuando se lo sirvió.

Me fui, formalizada la reserva, pues me esperaban ocho horitas de marcha por la sierra, pero me quedé con ganas de decirle a la dueña que era ella la que tenía toda la razón y que no se merecía el disgusto que esa individua les había dado a su marido y a ella.

Y es que hay gente “pa to”, gente con cerebro tan extraño y retorcido que hasta lo más evidente y natural les parece lo raro, gente para la que dos más dos suman siete, porque yo lo digo. Y punto.

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