En
esta entrada hago el análisis métrico del poema, con el objetivo de que veáis
el trabajo que hay detrás, trabajo que no se ve ni se nota, porque así debe
ser, ya que si se nota, es que algo falla. Ahora fijaos en la rima.
Cabalgaba por agria serranía, 11
A
una tarde, entre roca
cenicienta. 11 B
El plomizo balón de la
tormenta 11 B
de monte en monte rebotar se
oía. 11 A
Súbito, al vivo resplandor del
rayo, 11 C
se encabritó, bajo de un alto
pino, 11 D
al borde de la peña, su
caballo. 11 D
A dura rienda le tornó al
camino. 11 C
Y hubo visto la nube
desgarrada, 11 E
y, dentro, la afilada
crestería 11 A
de otra sierra más lueñe y
levantada 11 E
-relámpago de piedra parecía-.
11 A
¿Y vio el rostro de Dios? Vio
el de su amada. 11E
Gritó: ¡Morir en esta sierra
fría! 11 A
A
continuación, para que veáis el número de sílabas métricas, escribo el poema
separándolas. Contadlas y veréis que salen siempre once, con las sinalefas,
claro.
Ca bal ga ba por laa gria se
rra ní a
u na tar deen tre ro ca ce ni
cien ta.
El plo mi zo ba lon de la tor
men ta
de mon teen mon te re bo tar
seo í a.
Sú bi toal vi vo res plan dor
del ra yo
seen ca bri tó, ba jo deun al
to pi no,
al bor de de la pe ña, su
caballo.
A du ra rien da le tor noal ca
mi no.
Yhu bo vis to la nu be des ga rra
da,
y den tro laa fi la da cres te
rí a
deo tra sie rra más lue ñey le
van ta da.
-re lám pa go de pie dra pa re
cí a-
¿Y vioel ros tro de Dios?
Vioel de su ama da.
Gri tó ¡mo rir en es ta sie rra
frí a!
Recuerdo
que cuando explicaba esto a mis alumnos, se quedaban asombrados, y caían en la
cuenta del “pateo” que suponía escribir así, siguiendo unas normas estrictas
sin que se notara lo más mínimo. Y yo les
decía, por esto y por otros muchos motivos, la literatura es un arte, el arte
de la palabra.
¡Ah! Qué tiempos aquellos.
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