Siempre
me han gustado los trenes. Me cuentan que desde pequeñito, todos los años, pedía
a sus Majestades, los Reyes Magos de Oriente, un tren.
Recuerdo
uno, no sé si fue el primero, de plástico, amarillo y azul. Pero es un recuerdo
de esos tan remoto que dudo si realmente aquel tren existió.
Recuerdo
también las visitas con mi abuelo Paco, que tenía una agencia de trasportes
junto a la estación del Norte, a ver los trenes a los andenes y a subir a la
pasarela que había sobre la playa de vías, a verlos entrar y salir. El sonido
de aquellas locomotoras negras, enormes; el traqueteo de los vagones, el vapor
y el humo; aquel olor característico a tren, a estación, a vía, son recuerdos
de los más entrañables de mi vida.
Y el
tren siguió presente en mi vida. En los viajes a Fuente la Higuera, el pueblo
de mi abuela materna, como pasajero. Y en las vacaciones en el pueblo. ¡Cuántas
veces íbamos a verlos pasar a la estación, o al túnel, el "tunelet", como le
llamaban, pegados a la pared, justo a la salida, con mi padre!
Recuerdo
cómo me latía el corazón cuando veíamos a la locomotora entrar en el túnel, y
todo era ruido atronador, humo, vapor…, y la veíamos pasar muy cerca, enorme,
soberbia, poderosa. Y detrás los vagones que íbamos contando a medida que
pasaban.
Muchas
veces poníamos monedas en los raíles y luego las recogíamos, casi lisas y más
grandes. Las guardábamos como un tesoro.
Vi
cómo empezaron a aparecer nuevas locomotoras más rápìdas, trenes más largos y
vagones más modernos. Recuerdo larguísimos mercancías con dos locomotoras. ¡Qué
fiesta verlos pasar! ¡Dos locomotoras!
Luego
en La Cañada, el "trenet", que cogíamos en la Estación de Madera. Los veo todavía.
Años y años de "trenet" para a ir a veranear, o bajar a Valencia de vez en
cuando.
Fue
con trenes como empecé a ir a Pirineos, y con un largo tren militar como me fui
a la mili, en un inacabable viaje a Madrid, atravesando un paisaje totalmente
nevado.
El
tren de Ribarroja, que pasaba muy cerca de mi casa, es ya también recuerdo, y
al fin el AVE, con el que he hecho algunos viajes, menos de los que quisiera.
Toda
una vida de trenes. Desde aquellas locomotoras de vapor hasta el tren de alta
velocidad. Toda una vida.
Pues bien,
como me gustaban, en cuanto pude, ya de mayorcito, me hice una pequeña maqueta
con un tren eléctrico de verdad. ¡Qué ilusión! Una locomotora, cuatro o cinco
vagones y un circuito sencillito. Es la foto que encabeza esta entrada.
Pasó
el tiempo, y mi amor por los trenes, enfrascado yo en otros amores, parecía
serenarse, pero una noche, cenando Isabel y yo con unos amigos, se despertó
súbitamente y me llevó a la aventura de construirme una maqueta en casa. Y eso
hice.
Pero
esto es tema de otra entrada.
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