Sé que
nada se puede hacer en una democracia. Es una de las sombras del mejor sistema
político que conocemos. Pero no estaría de más que los medios de comunicación
se plantearan un poco, más allá de audiencias y ocultos intereses, cuál es su
función en una situación como esta, grave e inédita.
Si
importante es la información, no menos importante es pensar en quiénes “la
consumen”, y pensar que muchos de ellos no tienen herramientas adecuadas para consumirla
de un modo saludable.
Estoy,
muy a mi pesar, viendo de refilón y sin voz, un programa que hacen por la
mañana en la tele. Es sencillamente angustioso. Monográfico, sobreinforma con
un aluvión de imágenes y datos que resultan, cuanto menos, escalofriantes. Y
todo lo que un ciudadano normal debería saber hoy sobre la crisis, se podría
haber dicho en cinco minutos. Y pasar a otra cosa.
¿Qué
objetivo tiene el regodearse machaconamente en una dolorosa situación que a
todos nos tiene en vilo, y que ha trastornado profundamente nuestras vidas? ¿Qué objetivo? Estos
señores me recuerdan a los cerdos.
Al
menos, un cerdo, cuando se revuelca en el barro, busca quitarse los insectos y
parásitos, algo sano y natural. Sí, los que están detrás y delante de estos
programas, me recuerdan a los cerdos; pero ellos no buscan algo sano y natural, revolcándose morbosamente en un exceso de información, buscan su enriquecimiento, su prestigio, su éxito personal, bajo el paraguas de
una información necesaria y veraz. Aunque igual, buscar eso, incluso con la que está
cayendo, es natural… No sé.
Porque
gran parte de la información que nos dan en esos programas no es en absoluto
necesaria, y el exceso de detalles y la reiteración, le quitan la veracidad que
pudiera tener.
Nadie
piensa en la salud mental, en el bienestar de una inmensa cantidad de
personas que están sobrellevando esta situación como mejor pueden, a duras
penas muchos, y que lo que necesitan es una información diaria breve y sencilla.
Y luego pensar en otras cosas.
Alguien
me puede decir que uno ve en la tele lo que libremente elige. Y yo digo, hasta
cierto punto. Hay programas morbosos, y lo morboso, a mucha gente le atrae muy
a su pesar; y le hace daño. Pero no tienen ellos toda la culpa, la culpa la
tienen también quienes les ponen al alcance de la mano el barrizal hediondo en
el que revolcarse.
Pero
en una democracia nadie puede decirle a esta gente algo así como, "señora mía, considerando
que su programa, en estos momentos, atenta contra la salud pública, va a dejar
de emitirse". Y luego en un aparte, tras una amable colleja, alguien debería rematar
la faena diciéndole,"flaco servicio estaba usted haciendo a la sociedad, señora
mía".*
En
fin, es lo que pienso. Yo, por mi parte, me informo en fuentes oficiales y desde
el ordenador. Y solo de lo que me interesa; la evolución de la maldita curva y
las medidas que he de tomar por mi bien y el de los que me rodean. Y punto. Lo
demás me sobra, porque ya lo sé.
Y que
conste, mi aplauso de las ocho no es para quienes se esfuerzan cada día en
mantener bien vivos la angustia y el miedo.
*Hablo
en femenino porque estoy pensando en una individua que emite su programa en tele
cinco, por las mañanas. Hay más gente como ella, pero esta señora me parece
especialmente destructiva.
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