Un
pequeño olivo en el atrio de la iglesia vacía, o unas ramas que alguien trajo
del campo; una palma del año pasado en el balcón, o unas, pequeñitas, hechas
con cartulina, en la puerta de casa; los niños, vestidos de primera comunión,
siguiendo la misa, en familia, por la tele…
Son algunas de las mil
y una formas de celebrar este Domingo de Ramos, aquí con un cielo bien gris,
triste. Es triste, además, el relato de la pasión, que acaba con Jesús muerto y
enterrado,y que parece dejarnos con el ánimo más encogido aún.
Pero
sabemos que aunque no nos podamos reunir en la iglesia, somos Iglesia,
celebrando este domingo. Sabemos que el relato que hemos escuchado está
inacabado, porque ahí está, esperándonos, el Domingo de Pascua. Sabemos que, aunque el cielo hoy es gris, por encima de las nubes es azul, porque lo
efímero, lo pasajero son las nubes, no el azul.
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