La
tormenta de esta tarde me ha traído a la mente un breve y bello poema de
Antonio Machado, poema titulado el amor y la sierra, que comparto a
continuación.
Cabalgaba por agria serranía,
una tarde, entre roca
cenicienta.
El plomizo balón de la
tormenta
de monte en monte rebotar se
oía.
Súbito, al vivo resplandor del
rayo,
se encabritó, bajo de un alto
pino,
al borde de la peña, su
caballo.
A dura rienda le tornó al
camino.
Y hubo visto la nube
desgarrada,
y, dentro, la afilada
crestería
de otra sierra más tenue y
levantada
-relámpago de piedra parecía-.
¿Y vio el rostro de Dios? Vio
el de su amada.
Gritó: ¡Morir en esta sierra
fría!
Si os fijáis bien, os daréis cuenta de que es un soneto,
tan bien escrito, que no parece que se ajuste a ninguna estructura
predeterminada, porque fluye con absoluta naturalidad.
Sin embargo son dos cuartetos y dos tercetos, de arte
mayor, y rima consonante. Pero de esto hablaré en la entrada siguiente, por si
tenéis curiosidad o queréis acordaros de cuando ibais al cole.
En esta solo quiero comentar cómo está elaborado el poema, y el tema. Es un poema de amor. El jinete cabalga por la serranía, lejos de
todo y de todos. Le alcanza una tormenta, y un rayo cae cerca y encabrita al
caballo que está a punto de despeñarlo.
Y en ese momento, en esos segundos, el relámpago, el
trueno, el caballo enloquecido, ¿en quién piensa? En el poema aparece una
tercera persona que parece ser quien está escuchando la historia. Es quien
pregunta ¿y vio el rostro de Dios? Y el narrador responde, vio el de su amada.
Como
veis, es un poema con tres personajes que interactúan. El jinete, que es el
protagonista; quien nos cuenta la historia, el narrador; y el que la escucha,
que es quien hace la pregunta y que bien puede ser el lector.
Me
encanta este poema.
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