Hablaba
con un amigo, por teléfono, claro, de que una de las más pesadas cargas que
hemos de arrastrar en esta pesadilla es la de no saber ni cuándo ni cómo va a
acabar. Esto nos está machacando, y no dudo que pasará factura en el futuro.
Yo
ponía como ejemplo mi mili. Vaya por delante que tuve una mili de verdad; de
guardias, maniobras, acuartelamientos y demás. Vaya también por delante que me
ayudó mucho a sobrellevarla la excelente relación de la que disfruté tanto con
los compañeros como con los mandos.
Pero
desde el primer día soñaba con el último. Cada día que pasaba era un día menos.
Y eso me permitió defenderme psicológicamente de una situación de extrema y
continua tensión. Me pilló el 23F y el año siguiente. Sabía cuándo y cómo
acabaría aquello, si no pasaba nada…
Ahora
no. Ahora no sé ni cuándo, ni cómo. Ahora no puedo decir un día menos; cada día
es un día más. Incluso un posible cuándo y cómo, estará también sujeto a, si no
pasa nada. Y eso, desde un punto de vista psicológico es demoledor.
Y no
digo esto esta noche porque esté de bajón. Más bien al contrario, para evitar
el bajón, porque verbalizar la angustia y sus causas ayuda a controlarla.
Estoy, permitidme el palabro, jodido y sé por qué. Eso ayuda.
Millones
de personas estamos así en el mundo en estos momentos. Y cada uno nos lo
montamos como podemos; unos mejor que otros. Hay quien lo está pasando muy,
muy, muy mal, y sobre lo mal que cada uno lo esté pasando, planea, como una
sombra siniestra, ese no saber ni cómo, ni cuando, y ese atroz, cuando sepa
cuándo y cómo, si no pasa nada.
He
empezado diciendo que esto pasará factura, ya la está pasando. La pregunta del
millón es, ¿cómo podremos pagar esa factura?
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